Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
Una hermana guía la visita
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La idea de este trabajito surgió de una conversación entre la persona que firma estas páginas, H. Isaac Revilla, y las hermanas del Monasterio Cisterciense del Monasterio Santa María la Real de Villamayor de los Montes, Provincia de Burgos. Este monasterio fue fundación de Las Huelgas de Burgos, segundo monasterio cisterciense femenino en España. La comunidad de Villamayor toma posesión del monasterio el 4 de marzo de 1228, fecha en que “comenzó a correr el calendario de esta nueva abadía”. (Guía del Monasterio Cisterciense de Villamayor de los Montes, por Fray Valentín de la Cruz). El primero lo fue el Monasterio de Santa María de la Caridad en Tulebras, Navarra, en 1157; el segundo el Monasterio Santa María la Real de Las Huelgas, en Burgos, en 1187.
El H. Isaac Revilla, marista, estaba de visita de familia y de vacaciones, del 12 de mayo al 27 de junio de 2017. En una ocasión tuvo la oportunidad de visitar el Monasterio. Pudo charlar largamente con algunas aspirantes venezolanas que se encontraban de experiencia en el Monasterio. Fueron saliendo algunos hechos o facetas de las vidas de dos santos: Bernardo de Claraval y Marcelino Champagnat. Y tal vez, sin pensarlo mucho, el H. Isaac en la conversación lanzó la posibilidad de profundizar en algunas de las facetas de las vidas de ambos fundadores.
A esto obedecen las páginas que siguen.
Algunas facetas de ambos: Como personas naturales: Bernardo y Marcelino
Como instituciones respectivas: Orden Cisterciense y Hermanos Maristas
Bernardo de Fontaine, conocido como Bernardo de Claraval, fue un monje cisterciense francés y abad de la abadía de Claraval.
Fechade nacimiento: 1090, en Fontaine-lès-Dijon FranciaFallecimiento: 24 de agosto de 1153, Abadía de ClaravalFestividad: 20 de agosto.José Benito Marcelino Champagnat Chirat.
Padre de la Sociedad de María y Fundador del Instituto de los Hermanos Maristas
Nace en la aldea de Rosey, aldea de Marlhes, Lyón, Francia
Fecha de nacimiento: 20 de mayo de 1789.
Fallecimiento: En el Hermitage, St. Chamond, Francia, 06 de junio 1840.
Canonizado el 18 de abril de 1999. Festividad: 6 de junio.
BERNARDO Y MARCELINOViven en épocas muy distintas en cuanto al tiempo y en las ideas del mismo. Pero ambos juegan cada un papel importante en la que les ha tocado vivir.
Bernardo: Desarrolla su vida de 1090-1153.
Es la época de decadencia de las primitivas Órdenes Monásticas que se regían por la Regla de San Benito. Con el paso de los años el primitivo fervor de esa Regla había ido decayendo; se podía ya hablar de un cierto aburguesamiento de los monjes.
Surgen entonces las figuras de Roberto de Molesmes, Alberico y Esteban de Harding. Los tres se sienten llamados a recuperar el primigenio fervor de la Orden Benedictina. Pero es Bernardo quien inyecta nueva savia que nutrirá y dará vida a una nueva vida monástica, más rica y más sencilla, más en consonancia con requerimientos de la de la sociedad y de la Iglesia de la época.
Bernardo se encuentra en la Europa de su siglo con campos desolados sin cultivar, en medio de un campesinado esclavo del señor feudal del tiempo de Edad Media, que lo explota, un campesino sumiso, subyugado e ignorante.
Aún con la divisa y el espíritu del “ora et labora” de San Benito, Bernardo entiende que “el trabajo manual mantiene el corazón y el espíritu libre para Dios; que el Císter trata de ser un orante en todo momento”. Dios se hace presente en el “coro”, en los libros, en el campo.
Marcelino nace con la Revolución; crece y vive en Revolución, 1789- 1840.
Nace en una región apta y buena para sembrar la semilla que da el pan para alimento de los cuerpos, y la semilla del evangelio, que puede dar buenos y abundantes frutos: frutos de “virtuosos ciudadanos y excelentes religiosos”. Para ello se precisa de entregados y celosos apóstoles.
Al llegar Marcelino a La Valla, su primer campo de apostolado sacerdotal, se encuentra en la parroquia con una gente “rica” en pobreza, ignorancia y malas costumbres, con abandono de los sacramentos, y un analfabetismo abrumador en la zona rural montañosa, y nada de educación para los niños. Como celoso sacerdote e inquieto pastor cae en cuenta que está frente a un inmenso campo que debía trabajar. El P. Champagnat hizo de alguna manera suyo el “ora et labora” del monacato benedictino y cisterciense.
Los muebles de la primera casa de la Congregación con la que soñaba fueron obra de un habilidoso Marcelino como carpinteo, herrero y albañil, que había aprendido de su padre. La segunda obra, la construcción de la Casa Madre de la Congregación marista desde 1825, en el valle del Hermitage, convertido luego en la casa de Nuestra Señora del Hermitage, fue en gran parte obra suya y de los primeros Hermanos. “No podemos darnos lujos”, solía decir a los que le criticaban el estar él y muchos Hermanos dedicados a la construcción, pues decían, que eso no era digno de un sacerdote del Señor.
Entre visitar a los enfermos, reconciliar enemigos, aliviar a los pobres, y trabajos en las construcciones pudo afirmar: “Si el agua que yo he sudado recorriendo estas diversas aldeas fuera recogida, creo que habría suficiente para tomar un baño”. Con sencillez y verdadera humildad pudo afirmar que “ningún enfermo había muerto sin su asistencia”.
Ya desde el seminario Marcelino pensaba en los niños y, con preferencia, en los niños del campo, el de las zonas rurales.
A los cinco meses, apenas, de llegar a su parroquia ya había puesto la primera piedra del proyecto que abrigaba. El 2 de enero de 1817 daba inicio al proyecto con el que soñaba y que debería extenderse por todas las diócesis del mundo: El Instituto de los Hermanitos de María o Hermanos Maristas de la Enseñanza. De esta manera daba respuesta a una de las necesidades apremiantes de su parroquia: la educación de los niños.
Marcelino un hombre activo, muy activo, pero muy orante. Vivía siempre en la “presencia de Dios, tanto en el Hermitage, casa de oración, como en el ajetreo de las calles de París” en los numerosos viajes que debió hacer para buscar la aprobación del Instituto que había fundado. El ora et labora de Marcelino sería la expresión del H. Basilio Rueda, noveno Superior General de los Hermano Maristas de 1967-1985 en una Charla sobre la oración: “Tan erróneo es negar o poner en duda el que la oración es útil a la acción, como refugiarse en la oración para evadir la acción”. Dios presente en todo y siempre.
El art. 6 de las Constituciones del Instituto Marista, sobre el “espíritu de familia” termina así: “El espíritu de familia se fomenta y se expresa particularmente por el amor al trabajo, que nos ha caracterizado siempre”, recoger el sentir del Fundador San Marcelino Champagnat, hombre de oración y hombre de trabajo.
Motivaciones fundacionales en uno y otro.
En Bernardo y el Císter:Está generalmente admitido que la orden del Císter surge como contestación de la espiritualidad de la orden de Cluny, que preconizaba una liturgia esplendorosa y la grandiosidad de las Iglesias.
Los mojes de la nueva orden buscaban una mayor observancia de la Regla de San Benito y desvincularse de las riquezas. Preferían sencillez en los templo, en el arte, en la pintura. Empezaron a pensar en una pobreza, fecunda en hombres fuertes. (Ética del Císter, Wikipedia)
Esteban Harding, sucesor de San Alberico, dudaba si debería modificar la estricta observancia de la abadía. Una misteriosa y terrible epidemia se declaró en la orden del Císter y empezó a diezmar a los que quedaban. De suerte que Esteban, a pesar de su heroico valor, no pudo menos de preguntarse si estaba haciendo realmente la voluntad de Dios…pidió… Esteban aguardó … ¡Pero nadie hubiera podido prever hasta qué punto se iba a cumplir!
Un día se presentaron a la puerta del monasterio treinta jóvenes,…El que capitaneaba al grupo, era un mozo de singular apostura, llamado Bernardo. …Después de ese momento culminante, el monasterio no tuvo que temer ya ni la falta de novicios, ni el hambre, pues Francia entera empezó a admirar al Cister. El número de novicios obligó pronto a los monjes a fundar una nueva abadía en Pontigny, a la que siguieron las de Morimond y Claraval. Para gran sorpresa de todos, Esteban nombró a Bernardo abad de Claraval aunque éste no tenía más que veinticuatro años.
San Marcelino Champagnat:Lo mueve a Marcelino a fundar el Instituto de los Hermanos Maristas es el palpar la ignorancia humana y religiosa de la gente del campo, pero especialmente la de los niños de las zonas rurales de la parroquia.
Así lo expresa en la carta que dirige a su majestad Louis-Philippe, Rey de los franceses, el 28 de enero de 1834, para solicitar la aprobación legal del Instituto.
“…sólo con infinitas dificultades pude llegar a leer por falta de maestros capacitados: desde aquel momento sentí la urgente necesidad de una institución que pudiera, con menos gastos, hacer en las zonas rurales… lo que los Hermanos de las Escuela Cristianas hacen en las ciudades…” ( De Cartas de P. Champagnat, del 28 de enero de 1834)El primer acto de una Revolución que va a trastornar Europa, se abre el 5 de mayo de 1789. Marcelino Champagnat nace días después: el 20 de mayo, en Rosey, aldea de Marlhes, Francia. Es bautizado al día siguiente, festividad de la Ascensión del Señor. Es el noveno de diez hijos del matrimonio Juan Bautista Champagnat y María Chirat.
Ingresa en el Seminario de Verriérres, Francia el 1 de noviembre de 1805. Pasa al seminario Mayor de Lyon el 1° de noviembre de 1813. Es ordenado sacerdote el 22 de julio de 1816
En el Seminario Lyon Champagnat forma parte de un grupo de 12 seminaristas que abrigan el proyecto de fundar una Sociedad que llevaría el nombre de Sociedad de María. La idea original emana de un seminarista algo exaltado e inestable: Jean-Claude Courvielle, quien cree haber recibido, el 15 de agosto de 1812, la repentina inspiración de fundar una Sociedad.
Al día siguiente de su ordenación, 22 de julio de 1816, el grupo de los doce suben al santuario mariano de Fourviére y hacen el juramento de, “ad majorem Dei gloria et Mariae Genitrix Domine Jesu honorem”, fundar la Sociedad de María con la finalidad de mostrar a la Iglesia el rostro materno de Dios.
La dicha Sociedad de María nace como un árbol de tres ramas; Padres Maristas (Sacerdotes y hermanos legos), Hermanas Maristas y Tercera Orden. En reuniones de los miembros de la Sociedad Marcelino Champagnat, insistentemente repetía: “Necesitamos Hermanos, para hacer el catecismo, para ayudar a los misioneros , para procurar a los niños del campo la buena enseñanza que los Hermanos de las Escuelas Cristianas procuran a los niños de las ciudades”. Ante tan machacona insistencia terminaron por decirle: “De los Hermanos se encarga usted”.
Marcelino es designado Vicario de la Parroquia de La Valla. Al llegar, 16 de agosto de 1816, ve con dolor que había mucha ignorancia, abandono de los sacramentos y nada de educación para los niños. Estaba ante un inmenso campo que debía trabajar. Pensaba en la necesidad de buenos maestros. Y puso manos a la obra.
Bernardo y Marcelino: La Segunda CruzadaAmbos llevan a cabo “su” Cruzada.
La Segunda Cruzada fue la gran cruzada lanzada desde Europa. Fue convocada en 1145 por el Papa Eugenio III, ex discípulo de Bernardo. Pretendía conquistar Tierra Santa y rescatar los Santos lugares en poder de los musulmanes.
El Sumo Pontífice encargó a Bernardo la prédica de la nueva Cruzada que, considerando el débil carácter de Eugenio, eran pocas las posibilidades de que había sido su idea. El santo abad con su encendido verbo hizo cuanto pudo para encender las pasiones de los cristianos y convencerlos que debían emprender la Segunda Cruzada.
Esta cruzada que Bernardo animaba, no tuvo éxito, no logró el objetivo esperado. La otra cruzada en la que Bernardo estaba comprometido: volver a la mayor observancia de la Regla de San Benito y desvincularse de las riquezas, lo consiguió con todo éxito. Pronto el Císter, que oraba y trabajaba, se extiende por toda Europa a través de 68 monasterios cistercienses fundados por San Bernardo.
Cruzada de Marcelino: Rescate de la educación en las zonas del campo.
En reuniones de los Miembros de la Sociedad Marcelino Champagnat, insistentemente repetía: “Necesitamos Hermanos, para hacer el catecismo, para ayudar a los misioneros , para procurar a los niños del campo la buena enseñanza que los Hermanos de las Escuelas Cristianas procuran a los niños de las ciudades”.El joven Montagne: La chispa que encendió el fuego de Marcelino por la cruzada de la educación para niños y jóvenes.
Su primer campo de apostolado sacerdotal fue de Coadjutor de la Parroquia de La Valla, pequeña población de unos 2.000 habitantes, repartidos por muchas aldeas, en valles muy angostos y en laderas y cumbres. Llega a La Valla el 15 de agosto de 1816 y toma posesión como coadjutor al día siguiente.
El 28 de octubre, apenas dos meses y medio, de haber llegado a La Valla, le llamaron para que fuera muy rápido a confesar a Juan Bautista Montagne, un joven de 16 años que se moría. Fue de inmediato y pudo comprobar con dolor que el joven se hallaba en total ignorancia de Dios. “Me senté a su lado, -dijo más tarde- traté de enseñarle algo de lo que no había aprendido antes”. Le confesó y siguió para visitar a otros enfermos. El joven murió a poco de dejarlo el santo sacerdote. Marcelino se preguntaba una y otra vez: ¡Cuántos habrá en la misma situación!Regresa a La Valla y de inmediato comunicó a dos jóvenes lo que había conocido en su visita al joven Montagne, y la idea de fundar una Congregación de Hermanos, idea que en su mente traía desde el Seminario.
El dos de enero de 1817, con esos dos jóvenes, daba inicio a un sueño que se extendería por todo el mundo: el INSTITUTO DE LOS HERMANOS MARISTAS DE LA ENSEÑANZA o HERMANITOS DE MARÍA. Tenía 28 años; era el fundador más joven, hasta esa fecha, de un Instituto Religioso.
En carta que Marcelino escribió al Rey Luis-Philippe en 1834 expone lo que le había movido a fundar el Instituto de Los Hermanos, para el que solicitaba la aprobación. No lo consiguió. En mayo de 1835 escribe a Su Majestad la Reina Marie-Amélie; de nuevo vuelve a expresar el por qué de la fundación: “Elevado al sacerdocio en 1816, fui enviado a un municipio del cantón de St. Chamond (Loire). Lo que vi con mis propios ojos en este nuevo puesto, referente a la educación de los jóvenes, me recordó las dificultades que yo mismo había experimentado a su edad, por falta de buenos maestros. Me apresuré, pues, a poner en práctica el proyecto que tenía para crear una asociación de Hermanos maestros para los numerosos municipios rurales, cuya pobreza no les permite tener Hermanos de las Escuelas Cristianas. A los miembros de esta misma sociedad les di el nombre de María, convencido de que este solo nombre atraería un gran número de candidatos. El rápido éxito ha sobrepasado mis esperanzas y confirmado mis conjeturas. (De Cartas de Champagnat, mayo 1835)
A su muerte, en 23 años que transcurren desde el inicio del Instituto en 1817, hasta el 6 de junio de 1840, fallecimiento del Fundador, el Instituto contaba con 48 escuelas y 57 Hermanos. La cruzada iba por buen camino.
Espiritualidad de Bernardo y el Císter, y Marcelino y su Instituto:
Bernardo: Espiritualidad monástica.Con San Benito de Nursia el monacato alcanzó su punto culminante. El Ora et labora seguía siendo el lema o divisa en el monacato benedictino, o al menos así constaba en la Regla de la Orden. Pero los monjes se habían dejado influenciar por los emperadores, los cortesanos y señores feudales. Se les veía un tanto aburguesados.
El Císter con Roberto de Molesmes, Esteban Harding, Alberico y, muy especialmente, con Bernardo de Claraval, desea volver a las fuentes del monacato benedictino.
La espiritualidad cisterciense, en lo esencial participa de la espiritualidad benedictina, pero presenta algunas particularidades en las que quiere ahondar: mirada centrada en la humanidad de Cristo; devoción especial a la Virgen María; sencillez manifestada por el despojamiento en la liturgia, en el canto y en la arquitectura (sencillez del arte gótico); un lugar especial para el trabajo manual como los siervos de la gleba, pero con una vida apostólica contemplativa. Conservarían la divisa ORA et LABORA: oración y trabajo; vida monástica en soledad y en austeridad; silencio y soledad su mejor disposición para tratar con Dios, para la oración y contemplación. La oración litúrgica con dignidad y diligente esmero, pero exenta de parafernalias, boato y ostentación; promover una sociedad más fraterna, más democrática, solidaria, y en consonancia con el ser y actuar de la gente en la medida y circunstancias que la época lo permitan. Espiritualidad del Císter: el camino de la mística del amor consciente y solidario, que no olvida el sufrimiento y la injusticia.
Marcelino: Espiritualidad apostólica marista:Oración que lleva a la acción y acción llevada a la oración.
Movido por el Espíritu, Marcelino Champagnat quedó cautivado por el amor de Jesús y de María. Esta experiencia unida a su apertura a los acontecimientos y personas se convierten en fuente de su espiritualidad y celo el apostólico. (Art. 2 De las Constituciones actuales del Instituto de los Hermanos Maristas)
Al leer las circulares de los Superiores de los primeros tiempos se tiene la impresión de que Champagnat pensaba en una Sociedad de maestros, que viven dedicados al silencio, el trabajo, la austeridad, la oración… lo que pudiera parecer con rasgos de una espiritualidad de monjes. En cuanto al estilo de formación inicial pudiera verse como con cierto matiz de monjes; ciertamente lo sería, pero por muy poco tiempo. “Después los Hermanos viven una experiencia profesional intensa y larga acompañada de prácticas religiosas que corren el riesgo de convertirse en simples ejercicios de piedad más o menos formales”. (Historia del Instituto 1907-1985, por el Hermano André LANFREY)
“No insistiré, -dice el H. André Lanfrey- en la vertiente monástica de la Congregación porque es demasiado evidente: la casa construida en 1824-1825 se llama l’Hermitage y en ella se vive según una regla conventual. Su lugar de referencia simbólica es la trapa de Aiguebelle”.
Y páginas adelante añade: “La idea de hermitage viene, al parecer, de la Trapa, monasterio de Normandie reformado por el abad Rancé en el siglo XVII y que pasa todavía en el siglo XIX por la expresión perfecta de la vida monástica inspirada en los padres del desierto… Y la hipótesis es tanto más plausible cuando en 1822 la H. Jean Marie Granjon se dirige a Airguebille como el señor Courveille en 1826 donde éste se formulará una teoría de la Sociedad de María muy inspirada en la Trapa”.
Marcelino, un místico en la actividad apostólica; no un místico con éxtasis contemplativos; en medio de las acciones ordinarias, algunos santos, Marcelino entre ellos, han experimentado los dones infusos del Señor.
Marcelino, su confianza y abandono en Dios son dos elementos que aparecen y pueden considerarse como rasgos más seguros de su espiritualidad. “Hasta ahora la divina Providencia nunca nos ha abandonado. Seguimos contado con ella”. A menudo se dirigía a los Hermanos con el salmo 126: Nisi Dominus…, como fórmula oracional de abandono; la humildad y la sencillez como vigas maestras del edificio de la perfección; una espiritualidad muy mariana.
Devoción a la Virgen:
Rasgo sobresaliente en las vidas de Bernardo y Marcelino en y sus respectivas Congregaciones
Bernardo y el CísterLa Orden del Císter se halla marcada desde sus orígenes con el sello de la devoción a la Virgen María; se percibe ya en sus fundadores y en la de su hijo más preclaro, San Bernardo de Claraval.
En honor de la Virgen María San Roberto fundó el Monasterio de Molesmes. La vida diaria del cenobio se organiza siguiendo la norma del Císter: aislamiento, pobreza, devoción a María.
Todos los Monasterios Cistercienses están dedicados a María, la Madre de Dios. La solemnidad de su Asunción a los Cielos (15 de agosto) es la fiesta patronal de la Orden.
Esta devoción de los Fundadores de Cister cristalizó en una definición del Capítulo General de 1119 que ordena que sean construidos todos los cenobios en honor a la Reina de Cielos y Tierra en la advocación de la Asunción de la Sma. Virgen a los Cielos.
En “Camino Cisterciense”, bajado de páginas de Internet, he encontrado información en la que se observa con claridad la devoción de la comunidad monástica del Císter a la Virgen María. Los textos o pensamientos que siguen, tomados de “LAS GRANDEZAS Y GRACIA DE MARÍA”, de San Bernardo, así lo declaran.
Bernardo llamado «Mellifluous Doctor» (boca de miel) por su elocuencia es, cronológicamente, el último de los Padres de la Iglesia, pero uno de los que más impacto ha tenido. Famoso por su gran amor a la Virgen María. Compuso muchas oraciones marianas.
Cuenta la tradición cisterciense que una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, Bernardo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado.
Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: «Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María». Y repetía la bella oración del «Acordaos», atribuida al mismo Bernardo.
A continuación más pensamientos extraídos de “Las Grandezas y Gracia de María” obra de San Bernardo:
«Qué maravillas que Dios, a quien leemos y vemos admirable en sus Santos, se haya mostrado más maravilloso en su Madre».«Quitad a María, estrella del mar, de ese mar vasto y proceloso, ¿qué quedará, sino oscuridad que todo lo ofusque, sombras de muerte y densísimas tinieblas?».«Necesitando como necesitamos un mediador cerca de este Mediador, nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María».
«En todo el contexto de los cuatro Evangelios, no se oye hablar a María más que cuatro veces. La primera con el Ángel, pero cuando ya una y dos veces le había hablado él: la segunda Isabel cuando la voz de su salutación hizo saltar a Juan de gozo y tomando ocasión de las alabanzas que su prima le dirigía, se apresuró a magnificar al Señor: la tercera con su Hijo siendo éste ya de doce años, manifestándole como ella y su padre llenos de dolor le habían buscado: la cuarta en las bodas de Caná, primero con Jesús y después con los que servían a la mesa.»«Hijos míos, ella es la escala de los pecadores, ella el gran motivo de mi confianza, ella el fundamento inconmovible de mi esperanza»
«María no presenta títulos: busca solamente gracia. Tanto se fía de la gracia, sin presumir de sí misma, que se intimida ante el saludo del ángel».
San Bernardo concluye Grandezas y la Gracia de Marí con estas admirables palabras:
«Pero todo lo que pienses ofrecer no olvides encomendarlo a María, para que la gracia vuelva al dador de la gracia por el mismo cauce por donde fluyó. Dios sin duda alguna, pudo haber derramado esta gracia sin valerse de este acueducto; pero quiso ofrecerte este conducto. Esa pequeñez que quieres ofrecer procura depositarla en esas manos tan divinas y tan dignas de todo aprecio, y no serás rechazado. Son dos azucenas hermosísimas; y el enamorado de las azucenas no se quejará de no haber hallado como entre azucenas todo lo que encuentre en las manos de María».
En Marcelino ChampagnatEn el Instituto Marista o Pequeños Hermanos de María:
Podemos afirmar de nuestro amadísimo Padre que había mamado esta devoción con la leche materna. En efecto, su madre y su piadosa tía, ambas devotísimas de la Virgen María, se habían esmerado en inculcársela suavemente desde la más tierna edad. (Vida de José Benito Marcelino Champagnat, por el H. Juan Bautista)
La presencia de María late, sin dudad en todas las Congregaciones religiosas nacidas en Francia en el siglo XIX, pero se hace especialmente visible en aquellas que en su origen o en su nombre tienen una especial referencia en Ella. (Desde la devotio moderna hasta el Vaticano II. Claretianos. 1999).
La Congregación de los Hermanos Maristas o Hermanitos de María es una de ellas. Al fundar el 2 de enero de 1817 la Congregación le dio el nombre de Hermanitos de María. La Santa Sede al aprobar el Instituto le dio el nombre de Hermanos Maristas de la Enseñanza. (Const. Maristas, art.1). “El P. Champagnat quiso darnos el nombre de María para que viviéramos de su espíritu”. (Art.4 de las Constituciones).
Desde los orígenes la jornada de una comunidad de Hermanos Maristas María se hacía presente a lo largo de las 24 horas del día: el saludo inicial era: “Laudetur Jeus Christus –que lo iniciaba el hermano mayor, a lo que el otro debía responder, “et Maria, Mater ejus. Anen”; canto o rezo del Salve Regina al inicio de la jornada, los trabajo escritos iban encabezados por las iniciales V, J, M, J (Viva Jesús María y José); rezo diario del Oficio Parvo de la Santísima Virgen, rezo diario del santo rosario, Subtum praesidium al terminar cada oración o acto comunitario. El ayuno del sábado en honor de la Virgen María, la celebración del mes de mayo poco difundido entonces en Francia, y que, al fundar el Instituto, hizo del mes de María un acto comunitario; el catecismo de los sábados sobre la Virgen, frecuentes novenas a la Virgen María, eran otras muestras de devoción a la Santísima Virgen.
Pero el P. Champagnat no hacía consistir la devoción a la Santísima Virgen en solo prácticas externas, quería, además, que se esmerasen en imitar sus virtudes y pusieran mucho celo en extender su devoción
Las Constituciones actuales del Instituto Marista en, al menos en 25 artículos, hacen alguna referencia a la Virgen María. Suelen ser, en su mayoría, eco de palabras escuchadas al Fundador en conversaciones o charlas con los Hermanos o en sus escritos.
Para el Hermanos Marista María es: Nuestra Primera Superiora, Nuestra Buena Madre, nuestro Recurso Ordinario. “Todo a Jesús por María y todo a María para Jesús” es la divisa de los Hermanos Maristas. “Nuestro culto mariano…tiende a la imitación de María en sus actitudes con Dios y con los hombres”. (Vida de Marcelino Champagnat). “diariamente alabamos a la Madre de Dios con el rosario u otra práctica de piedad mariana… Const. Maristas, 74)
La fórmula definitiva que explica y fundamenta el culto mariano del P. Champagnat…
“María, Sí, sólo María es nuestra prosperidad; sin María no somos nada y con María lo somos todo, porque María tiene siempre a su adorable Hijo o en sus brazos o en su corazón. (Espiritualidad de San Marcelino Champagnat. Por Manuel Mesonero).
Un testimonio más: Un día se encontró Marcelino con un Hermano que no llevaba el rosario, por haber cambiado de hábito: «Si amara a la Santísima Virgen –dijo- , si supiera lo útil que le puede resultar el rosario en los momentos de peligro y en las bendiciones que le atrae cuando lo lleva, no lo dejaría olvidado con tanta facilidad».Asunción de María al Cielo, es también la Patrona del Instituto Marista: “Sus principales celebraciones, en particular la Asunción, fiesta patronal del Instituto son tiempos privilegiados para intensificar la devoción a nuestra buena Madre”. (Art. 74 de las Constituciones Maristas).
La oración de la Salve:
En el Císter: Oración muy querida en el Císter como en el Instituto Marista.
Esta bella oración tan extendida por todo el universo católico se atribuye a San Pedro de Mezonzo hacia 985. Recién nombrado obispo de Santiago de Compostela hubo de afrontar una etapa difícil, ya que los normandos y los moros asolaban con frecuencia las tierras gallegas y se cebaban especialmente con las propiedades de la Iglesia. En 997 el caudillo Almanzor llegó a Santiago y se llevó las campanas de la catedral, aunque no llegó a destruir el templo y profanar el sepulcro del Apóstol. Ante el peligro que suponía la llegada de los musulmanes, Pedro de Mezonzo compuso la oración de la Salve Regina, que se convirtió rápidamente en una de las plegarias más famosas en toda la cristiandad. Las tropas cristianas pronunciaban esta oración mientras acometían a las huestes musulmanas en la batalla del Salado.
Se atribuye a San Bernardo la parte final de la oración de la Salve, « ¡oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!».La comunidad cisterciense al finalizar la oración litúrgica de Completas entona siempre el canto de la Salve.
La Salve en Los Hermanos Maristas:Ante las dificultades que iban apareciendo en Francia fruto de las nefasta leyes de 1830, algunos Hermanos preguntaron al P. Champagnat si no sería prudente tomar precauciones para evitar cualquier sorpresa, proveerse de trajes seglares, el Padre les dice: “La mayor precaución que debéis tomar es no tener miedo alguno, ser prudentes y circunspectos en vuestras relaciones con la gente y con los niños; no os metáis en política para nada”. Y añadió: “Redoblemos nuestra fidelidad honrándola- se refiere a la Virgen- mostrándonos unos auténticos hijos suyos por la imitación de sus virtudes; reavivemos nuestra confianza en ella; recodemos que es nuestro Recurso ordinario. Para merecer su protección y alejar de nosotros todo peligro, antes de la meditación, cantaremos cada mañana la Salve Regina”. (Vida de Marcelino Champagnat, por uno de sus primeros discípulos)
El Acordaos: En el Císter.
El Acordaos es una bellísima oración que conmueve el Corazón de María. La tradición religiosa atribuye a San Bernardo esta oración.
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. Y repetía la bella oración que dice: «Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir». El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante.
Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
El Acordaos: En el Instituto Marista:En el naciente Instituto, el H. Juan Bautista Audrás, en febrero de 1823, pleno invierno en la región, cayó gravemente enfermo; todo indicaba que en pocos días moriría. En cuanto el Padre Champagnat se enteró de la triste noticia, partió inmediatamente, acompañado por el Hno. Estanislao (1800-1853), para llevar una última bendición al joven Hermanito antes de su encuentro con Dios.
El P. Champagnat tenía 34 años y 23 su compañero. Habiendo encontrado al Hno. Juan Bautista ya fuera de peligro, decidieron regresar a La Valla esa misma tarde, a pesar de que había vuelto a nevar y a pesar de las insistencias de los Hermanos y amigos para que se quedaran.
Salieron al atardecer y poco después los sorprendió una violenta tormenta de nieve. Ateridos por el frío, seguían una marcha cada vez más lenta, sin lograr avanzar; desde hacía varias horas vagaban errantes en medio de la tempestad invernal de la montaña, de la soledad de la noche y de los bosques. El Hno. Estanislao se sentía desfallecer y tuvo que ser sostenido por el Padre Champagnat. Pero muy pronto él también, vencido por el frío y sofocado por la ventisca, sintió que sus fuerzas le abandonaban. Dirigiéndose entonces al Hermano, le dijo: “Amigo, si la Virgen no nos socorre, estamos perdidos; acudamos a Ella y supliquémosle que nos saque del peligro en que nos encontramos de perder la vida en medio de estos bosques y de la nieve”. Pero el Hno. Estanislao ya no le oía y cayó desvanecido en la ladera nevada.
El Padre Marcelino Champagnat se arrodilló entonces al lado del Hermano tendido en la nieve y rezó fervorosamente la oración del Acordaos. Levantó luego al Hno. Estanislao, lo arrastró unos diez pasos, y de improviso vio brillar una luz a lo lejos de allí, pues era de noche. Se encaminaron hacia la luz y llegaron a una casa donde pasaron la noche. ¡Estaban salvados! El P. Champagnat confesó en diversas ocasiones que la Santísima Virgen los había librado de una muerte segura
Mira la estrella de Bernardo y de Marcelino.
Repetía con frecuencia Bernardo:«¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María!.
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María.
Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María.
Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María.
Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza, en los abismos de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.
No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara.»
En Marcelino: Y La estrella del Instituto Marista:
Champagnat aunque veía muy complacido el éxito que por doquier lograban sus hijos…, estaba sin embargo afligido al ver que las vocaciones escaseaban tanto. Durante los tres años de 1819-1821 no habían ingresado más que tres o cuatro aspirantes. Fueron tres años de crisis vocacional. Se comprometía, pues, hasta la existencia de la pequeña Congregación.
Desprovisto de todo recurso humano, y convencido de que la vocación es don de Dios, puso toda su confianza en la divina bondad y dirigió fervientes oraciones a Dios. Y acudió a la buena Madre, a su Recurso ordinario, en quien tenía toda confianza.
“Es tu obra, le decía; tú nos has reunido, a pesar de la oposición del mundo para procurar la gloria de tu divino Hijo. Si no nos socorres pereceremos; nos extinguiremos como una lámpara sin aceite. Pero si perecemos, no es nuestra la que perece, sino la tuya”…En cualquier situación o necesidad, acude e invoca a la buena Madre, Primera Superiora, Patrona, Modelo y tu Recurso ordinario.
“María lo ha hecho todo entre nosotros” (Const. Art. 4), en boca de Champagnat equivalía al: “Mira la estrella e invoca a María”, de Bernardo.
Bernardo y Champagnat: Imán de vocaciones:
Bernardo y sus 30 compañeros.En el año 1098 San Roberto, San Alberico y San Esteban Harding fundaron, en un valle llamado Cister, una rama reformada de la famosa abadía benedictina de Cluny, ya entonces en decadencia. La severidad de su regla fue apartando a los candidatos, mientras que los primeros monjes iban muriendo. San Esteban Harding, sucesor de San Alberico, dudaba si debería modificar la estricta observancia de la abadía cuando un día treinta nobles caballeros aparecieron y pidieron entrar en la Orden. Eran Bernardo con sus hermanos, un tío y sus nobles compañeros de caballería, la flor del ducado de Borgoña.
Una misteriosa epidemia empezó a diezmar a los que quedaban, de suerte que el abad Esteban, a pesar de su heroico valor, no pudo menos de preguntarse si estaba haciendo realmente la voluntad de Dios.
En esa situación, pidió a un monje moribundo que, si Dios se lo permitía, volviese de la tumba a iluminarle sobre la voluntad del Señor. Poco después de su muerte, el monje se apareció a Esteban, cuando éste iba a partir al campo, y le dijo que Dios no sólo estaba contento de su manera de proceder, sino que el monasterio se vería muy pronto lleno de monjes que, «como abejas afanosas que revolotean alrededor de la colmena, irían a fundar nuevas colonias en diversas partes del mundo». Satisfecho con esa respuesta del cielo, Esteban aguardó pacientemente el cumplimiento de la profecía. ¡Pero nadie hubiera podido prever hasta qué punto se iba a cumplir!
Un día se presentaron a la puerta del monasterio treinta jóvenes, quienes manifestaron al asombrado portero que habían ido a solicitar la admisión en la vida religiosa. Todos eran de noble linaje, en el pleno vigor de la juventud. El que capitaneaba al grupo, era un mozo de singular apostura, llamado Bernardo.
San Marcelino Champagnat y las vocaciones Durante tres años, 1819-1821 no se había recibido en La Valla más que tres o cuatro aspirantes. Esta penuria de vocaciones constituyó una auténtica prueba para el Fundador. El piadoso Fundador se dirigió entonces a Dios y a Ntra. Sra. De la Piedad, santuario a poca distancia del núcleo parroquial, con fervientes súplicas y muchas novenas. La buena Madre oyó las plegarias de su fiel hijo.
En la cuaresma de 1822, un joven se presentó al P. Champagnat manifestándole que desea ser admitido en el Instituto. Ante la negativa del Fundador, el cual vio enseguida que no era apto para la vida religiosa (había sido ya Hermano de La Salle), el joven, viendo que el tema interesaba al señor Champagnat, añadió: “Si me recibe, le prometo traerle varios postulantes que conozco”. Tanto insistió para que le permitiera pasar dos o tres días en la casa, que el Padre accedió, pero no le convenció y lo despidió. Al irse el joven le dice: “¿Me recibiría si le traigo media docena de buenos jóvenes?” Por despedirse aceptó Champagnat. …., quien atinó a decirle: “Mejor para usted que regrese a la comunidad de donde ha salido”.A finales de marzo de 1822 llega el ex Hermanó con una cuadrilla de ocho jóvenes entre 15 y 25 años que dejó sorprendido al señor Champagnat. “Voy a orar a Dios para examinar el asunto. Podéis quedaros hasta mañana”.Al día siguiente llamó a los postulantes y les dijo: “No puedo aseguraros todavía que pueda recibiros. Antes debo consultar a los Hermanos”. Como resultado de la consulta decidieron admitir a los ocho. En lugar de ponerlos a estudiar, Marcelino, los ocupó en trabajo de la tierra de la mañana a la noche, debían guardar riguroso silencio y estar siempre ocupados. Pero nada pudo doblegar de aquellos aspirantes. “Os admitiré definitivamente al noviciado –les dijo- en la próxima fiesta de Todos los Santos”. Luego dirigiéndose al más joven, añadió: “Vamos a ver, ¿estáis de acuerdo”? Acepto, ya que usted así lo quiere, respondió el simpático muchacho. “Está bien, os admito a todos desde ahora”, respondió Champagnat.
Varios de estos jóvenes, entre ellos el que los llevó, después de algunos años se retiraron… pero siguieron llegando varios más de la misma región de donde procedía el grupito de los ocho. Surgió el ánimo y el entusiasmo. La obra siguió adelante, iba creciendo y María estaba en ello y con ellos.
La Madre de Piedad, conmovida por la confianza que en ella tenía su siervo, escuchó sus súplicas, atendió sus peticiones y le demostró que no en vano había acudido a ella. De esta época data el progreso del Instituto. No habían transcurrido seis meses y el noviciado tenía veinte novicios de aquella región.
¿Qué vieron en Champagnat aquellos jóvenes que, en medio de los trabajos y dificultades, aceptaron la invitación a quedarse? Un hombre de Dios, imán que atrae a quien a él se acerca; las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra.
Afirma Santo Tomás que Dios en su sabiduría estima conveniente utilizar hasta a los ángeles caídos.Bernardo de Claraval y Marcelino Champagnat: Poderosos imanes que atraen las almas a Dios;
testigos del amor y misericordia de Dios.
Caracas, 2 de agosto de 2017
H. Isaac Revilla Lara, fms.
Monasterio Cisterciense
Santa María la Real