Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

Cruz

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SANTA LUTGARDA

según un compartir de una hermana de comunidad.

FOTOElaborado a partir de nuestro compartir en la Sala Capitular

Elaborado a partir de nuestro compartir en la Sala Capitular

En referencia a la figura de santa Lutgarda os transcribimos lo que Sor Aurora nos compartió en Capítulo tras la lectura de:
«ESTAS MUJERES ANDUVIERON CON DIOS»- M. Raymond, ocsoEd. STVDIVM (Madrid 1958)

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…De entre estas “Mujeres que anduvieron con Dios” he recogido algunas enseñanzas que me han tocado más el corazón. En concreto, deseo compartiros algo acerca de la vida de una de ellas: La bienaventurada LUTGARDA.Santa Lutgarda fue una mujer que amó a Dios con ilusión desmedida. Era benedictina. La tarea de su vida constituía una búsqueda de Dios. Sobre su vida, San Bernardo escribió esta frase: «Dios es el UNICO QUE NUNCA SE BUSCA EN VANO, ni si quisiera cuando no se le encuentra». Pero esta frase debe tomarse unida a otras dos también salidas de su pluma, dice:
«-¿De qué sirve a un hombre servir a CRISTO sin alcanzarle?».Y dice también:
«-¿Qué no seréis para quienes os hallan?».

 Lutgarda buscó, Lutgarda halló. Y Lutgarda alcanzó a Cristo porque aprendió lo que es en realidad “la Liturgia”. Estas palabras que San Bernardo dice de Lutgarda, me pusieron a pensar sobre mí misma: Verdaderamente sin la liturgia no tengo vida. Sin la Liturgia Eucarística no hay vida en mi vida cristiana. Como nos dijo Madre Ana: «LA VIDA DE LA VIDA DE UN MONJE ES LA LITURGIA». En la liturgia Eucarística encontramos todo, el alimento del cuerpo y el del alma.

Cuántas veces recibo a Jesús con suciedad en mi alma. Pero si tengo FE, tengo también FE en que Jesús me va purificando poco a poco.
Lutgarda nos da ejemplo de un amor fuerte a la EUCARISTIA: La misa, que es el acto que corona la liturgia entera. Para Lutgarda la liturgia era el encuentro de su jornada con Dios. Ojalá nosotras lo vivamos así imitándola a ella. Lutgarda cantaba muy bien el Oficio; su corazón y su pensamiento centrados en Dios, mientras sus labios pronunciaban los salmos. Ante esa virtud de Lutgarda en el Oficio, me quedo sin palabras. Me encuentro avergonzada al ver cuántas veces estoy en el coro con la comunidad, en el Oficio, con otros pensamientos ajenos a lo que celebro. Mis labios pronuncian salmos pero mi corazón no está con Dios y en Él. A veces me encuentro en otro mundo que desconozco; o me encuentro en mi trabajo; en mi familia; con mis sobrinos; con amigos, o con la contrariedad que he tenido con mi hermana…. Muchas veces no me doy cuenta ni de dónde estamos cantando el salmo. No sé,… algunas entre vosotras quizás pasáis por una situación como la mía, que me aparta de Dios. Cuando me equivoco al cantar, no estoy allí, centrada en ello y me digo: “¡Dios mío, dónde estoy!”; con vergüenza pido que Dios tenga compasión de mí.

Antes de su entrada en el convento, dicen que Lutgarda quería casarse con un soldado, tal como lo querían sus padres. Y le llevaban al monasterio, para que las monjas le instruyeran sobre el matrimonio. Lutgarda quería un montón a su novio. (Como ella, cada una de nosotras sabemos nuestra historia antes de entrar en el monasterio).
Lutgarda tenía un problema muy grande con la monja portera, quien no la quería ni ver. Cuando la veía, le echaba un grito y se burlaba de ella. Pero a Lutgarda le daba igual, no le asustaba esa monja, porque sabía lo que estaba buscando. Y Jesús estaba vigilando a Lutgarda escondido, porque Él también quería a Lutgarda como a su novia. Mientras Lutgarda no sabía que la ‘pretendía’ Jesús.

Nosotras pensamos en “lo nuestro”, Jesús piensa en “lo suyo” y luego cambia lo nuestro en lo suyo, esa es la verdad.

Finalmente, el novio terreno de Lutgarda se convirtió en Novio Celestial. Un día, Lutgarda estaba sentada en el monasterio con su novio terreno aprendiendo acerca del matrimonio, levantó sus ojos y vio una mano tendida que señalaba a un corazón herido y escuchó la orden firme y extraña: «Mira aquí lo que tienes que amar y cómo has de amarlo». Jesús le estaba mostrando que no tenía que amar a otro hombre más que a Él.
Es cierto. Muchas personas gastan su amor en las criaturas y olvidan que Dios es el Verdadero Amor, sobre todos los hombres y criaturas .Jesús dice en el Evangelio: «El que ama a los hombres más que a mí, ese no es digno de mí y no es discípulo mío».
La monja portera decía mirando a Lutgarda: «Y ¿esa es la que quiere meterse a monja?». Y movía la cabeza diciendo: «Pero esa no piensa más que en amor,… no habla más que del amor». Pobrecita la portera, hablaba y gritaba a Lutgarda sin saber en qué clase de amor pensaba, o de qué clase de amor hablaba Lutgarda en ese momento; ni sabía de qué amor había hablado desde que el soldado le tendiera la trampa de la cual escapara la muchacha valerosamente, con hechos que demostraron, no solo sus recursos sino sus sorprendentes reservas de fortaleza física.
Durante unos años Lutgarda tuvo la visita de una mujer consagrada al corazón Inmaculado. Lutgarda era persona sincera que alcanzó el premio debido de la ‘confianza absoluta’, y era una mujer muy sencilla. Tenía dominio no solo sobre los bienes temporales del convento, sino sobre los pensamientos, los corazones y las voluntades de cada miembro de la comunidad. Era capaz también de moldear de nuevo una vida.

Paradójicamente Lutgarda pasaba mucho menos tiempo en la Iglesia, en proporción al mucho tiempo que pasaba en el campo. Trabajaba hasta la primera hora de la tarde. En inverno- desde Octubre hasta Pascua- comía una vez al día entre las dos y las cuatro de la tarde. En verano le estaba permitido por Jesús comer y cenar. Pero nunca desayunaba. Allí en el campo fue donde hizo el jubiloso descubrimiento de que «el trabajo puede convertirse en oración» y que, lo mismo puede verse a Dios en el brote que estalla o en el romper de la simiente, para la resurrección de una vida nueva. En aquella sencillez de la vida monástica cisterciense, Lutgarda sintió que podía amar sin medida. Y llegó a comprender que el segundo mandamiento era igual que el primero, ya que el amor a Dios se desbordaba en un amor ardiente por todas sus criaturas racionales.

Un día, Lutgarda se encontró con los ojos de la Madre de Dios y vio que estaban tan llenos de pesar como los de Madre Dolorosa. Lutgarda exclamó sorprendida: « ¿Qué es lo que os apena Amadísima Madre?». La respuesta de la Madre de Dios fue lenta y solemne. Dijo: « Mi Hijo está siendo de nuevo crucificado por los malos cristianos. Su cólera pesa sobre el mundo. Aplácale tú con oración, penitencia y ayuno que dure siete años». Igual que lo que la Madre de Dios pidió en FATIMA a los tres niños: Lucía, Jacinta y Francisco, por la conversión de los pecadores. Lutgarda- como cisterciense- no hizo otra cosa que penitencia, oración y ayuno durante siete años. Luego la Virgen María le pidió un poco más; le dijo que lo hiciera con el solo fin de la conversión de los Albigenses. Así aprendemos que la oración, la penitencia y el ayuno son armas en nuestro camino de conversión y la del mundo. Son las Únicas fuerzas capaces de limpiar al mundo del espíritu que de tal manera se ha posesionado del hombre, que en una ocasión oyó lamentarse a Dios de haberle creado.
La mayor penitencia de Lutgarda fue cuando obedeciendo órdenes de su superiora, añadió otro alimento a su pan duro y a su cerveza ligera. A todo su cuerpo le hizo daño poniéndole enferma. Durante el día entero, le pareció estar el Señor en una cruz, con las manos sujetas a las aspas abiertas, con largos clavos de hierro, que le traspasaban a causa de una doble compasión que le inspiraban Dios y el hombre.

 El último año antes de su muerte, el Señor le dijo:
«Tus trabajos han terminado Lutgarda no puedo soportar que estés por mucho tiempo separada de Mí. Pero en este último año, te pido tres cosas:
-Que des gracias constantemente por los favores que has recibido de Mí durante tu vida.
-Que ruegues sin descansar por la salvación de los pecadores,
-y por tercera cosa te pido que consumas en una llama, cada vez mayor, el deseo de unirte a mí
».

FOTOComo conclusión, nos ofrece sor Aurora estas palabras...

Como conclusión, nos ofrece sor Aurora estas palabras...

La vida de Lutgarda fue la del martirio blanco. Dio su sangre en su penitencia, su ayuno y su oración; sobre todo amando a Dios sin medida y para la salvación de las almas.
Me ha invitado a entrar en mi corazón, meditando su obediencia en el cumplimiento de la voluntad de Dios, según los mandatos de Jesús y de la Virgen María. Cuando una persona está fortalecida por la gracia de Dios, todo es posible. Lutgarda nos invita a buscar un espíritu de amar más y más a Dios, por encima de todo, unido al amor a nuestras hermanas de comunidad y a nuestros hermanos en la fe.
Imaginaos siete años viviendo la penitencia, la oración y el ayuno. ¡Madre mía!
Cómo me cuesta, o nos cuesta, hacer ayuno, oración y penitencia.
Claro, Lutgarda- al cumplir estas tres etapas-, estaba fortalecida por la Gracia de Dios; sino no hubiera podido ejercitarse en ninguna de ellas ni una semana.
Nosotras, en nuestra vida Cisterciense de hoy, veo que no tenemos que buscar otras penitencias, ayunos y oración como lo hiciera ella. Para mí, guardar el silencio es una penitencia que pesa mucho; en eso consiste la penitencia, la oración y el ayuno. Aunque me cuesta o nos cuesta, el silencio es importante en nuestra vida: Vivir el verdadero silencio (digo el verdadero, porque hay silencios y silencios, porque puedo callar con un corazón negro lleno de bichos). Dos personas pueden estar relacionándose, pero una puede ‘salvar’ el alma y otra la puede ‘matarla’. Si vivo el verdadero silencio, salvo mi alma y las de muchos hombres, viviéndolo según me invita San Benito o San Pablo: «Guarda tu lengua del mal y tus labios mentirosos» (Sal 34,14). Dios pone ante nosotras a los Santos, para que sean nuestros modelos, empezando por su Hijo. La penitencia que quiero practicar con la ayuda de Dios, es intentar vivir cada día ese silencio Monástico. Allí oraré, ayunaré al no hablar mucho para huir el pecado de la lengua, como nos dice Nuestro Padre San Benito.

Si el Señor y la Virgen María me conceden, o nos conceden esa virtud del silencio, estoy segura de que también encontraré, o encontraremos, la fuerza necesaria para limpiar nuestro mundo interior, y el exterior donde nos encontramos con nuestras hermanas de comunidad y hermanos en la Iglesia, Madre nuestra.
Siempre permaneciendo en Ella, encontraremos todo lo que necesitamos para vivir ante la mirada de Dios.
Santa Lutgarda, ruega por nosotras. ¡AMÉN!

auro Sor María Aurora NTIBASHIRINZIGO.
Monasterio Santa María la Real
Villamayor de los Montes. Marzo 2016
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