Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
Una hermana guía la visita
Fin de semana y festivos de 11:00h a 13:00h y de 16:15h a 17:45hEntre semana acompañamos grupos
con cita previa llamando al 947189001
Arrancamos de un tronco común con los benedictinos. La época que nos vio nacer fue de gran inquietud y búsqueda espiritual (s.XI-XII). Cluny estaba en su momento de máximo esplendor. Aun así, algunos monjes no conseguían calmar sus ansías de volver a las fuentes del monacato y revisar la autenticidad de la Regla que estaban viviendo. Nos referimos a la Regla de San Benito (RB). El punto en discusión de esta época era la pobreza.
Ese fue el motivo por el cual un grupo de 21 monjes, liderados por su abad San Roberto, se aventuró a abandonar la seguridad de su Monasterio benedictino de Molesmes, en respuesta al deseo que el Espíritu Santo encendió en ellos, de recuperar la integridad de su compromiso de seguimiento a Cristo, según la RB. En el año 1098 fundaron el Nuevo Monasterio, que en lo sucesivo tomó el nombre del lugar ‘Citeaux' (Cister). Sus comienzos fueron muy duros. San Roberto fue requerido para regresar a Molesmes, y se sucedieron en el abadiato dos de sus más cercanos discípulos, los santos Alberico y Esteban Harding. Así pues, nuestra Orden venera a estos tres monjes como sus fundadores. Durante el abadiato de san Esteban ingresó San Bernardo que contribuyó decisivamente a la expansión de la Orden.
La elección de un enclave rural, apartados para favorecer la escucha interior; la vuelta a la simplicidad de vida, viviendo del trabajo de sus manos y absteniéndose de los diezmos y ofrendas para desligarse del poder económico y político; la convivencia en una misma comunidad fraterna de miembros de toda condición social y diferente compromiso monástico (p.e: la creación de ‘hermanos conversos' en tiempos de Alberico, como trabajadores dignificados, que era ajeno a la mentalidad de clases de esa época); fueron dando cuerpo a la búsqueda de integridad que pretendían.
San Esteban, gracias a su espíritu jurídico, nos legó la Carta de Caridad, quedando constituida la Orden. En ella ante todo ‘se busca' la unidad de la dimensión espiritual y material, la unidad de lo individual y lo del grupo, la unidad de Dios y del hombre...
Y es el mismo Espíritu Santo el que hace que, a día de hoy, nosotras sigamos siendo ‘buscadoras' que respondemos a esa llamada a la vida monástica según el patrimonio legado por los primeros cistercienses.
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