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Reseña al libro del Padre Juan José Aguirre

FOTOCampo de refugiados.

Campo de refugiados.

Este fue el título del libro que me fue asignado el pasado miércoles de ceniza, reunidas en la Sala Capitular.
Recoge el diario del P. Aguirre- misionero comboniano, actualmente obispo de la diócesis de Bangassou, en Centroáfrica-. Diario de un ‘testigo’ de Jesucristo, de gran ayuda para disponerme a llorar mis muchos pecados.
Han llegado los días de penitencia… eso es lo que me evocó la lectura emprendida al inicio de estos cuarenta días “tan especiales”. ¿Por qué?

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Dios se lamenta por boca del profeta Isaías, al cosechar agrazones de su Viña. Y digo: «se lamenta», conjugado en tiempo presente, porque puedo asegurar que escucho su lamento.
Yo esperaba una lectura fácil,- sin contenido doctrinal, que me diera una cierta visión del continente africano (confieso que entre mis motivaciones estaba la curiosidad)- otra cosa es aquello con lo que Dios me esperaba.
Dios por boca de un profeta de nuestros días- el P. Aguirre- me ha respondido. No es un espectador más; sí es un hombre blanco, occidental como yo, que lo relata tan sorprendido como yo, mientras hace camino al frente de la Iglesia de Dios en uno de esos países.
Tras permanecer en las misiones desde los 26 años, le tocó “por carambola” pastorear la diócesis de Bangassou… Él mismo lo relata así, porque no disponían de otro candidato. Pero, vistos los resultados, está claro que él era el candidato indicado.
Me está gustando todo: Su lenguaje es sencillo y directo; se manifiesta firme en medio del caos y no se amilana por nada. A modo de breves relatos sintetiza lo que él vive en el día a día de su misión: Un encuentro diario con ‘bofetadas de realidad’, como él mismo lo define.
No se entretiene mucho en hablar de sí mismo. De corrida, pero muy interesante, resulta la simple evocación de su llamado; cuál su experiencia de noviciado; algunos hitos y personas que le han marcado en su trayectoria comboniana. Se palpa la providencia de Dios en la vida de este misionero, aleccionador y a veces hasta cómico, de gran ayuda para mí, deseosa misionera desde la vida monástica.
Como decía un compañero suyo, misionero en Uganda: «el misionero va a los pueblos con dos mochilas a la espalda: una llena para dar y otra vacía para recibir». A este compañero lo mataron pronto, como a tantos otros colaboradores, religiosas, catequistas nativos, feligreses. Sorprende que el P. Aguirre siga vivo. Cita ocasiones en las que pensó llegado su momento, pero no ocurrió. Un interrogante para mí y supongo que para él mismo. Sobre todo porque allí ‘se toca’, como en ningún lugar, el milagro de estar vivo.

Llegó con sus estudios completados en Roma, cargado de ilusión e ideas que ha ido purificando. Los mismos catequistas y feligreses no dejan de enseñarle cómo ser misionero. Lo han hecho con mucha diplomacia y caridad. Eso me ha recordado el buen hacer de los PP del desierto, pues «cuando estoy caída el maestro no me levanta, pero me muestra con elegancia que es mucho mejor estar de pie». Con un perfecto equilibrio entre exigencia e indulgencia, eso es lo que hizo uno de los primeros catequistas que colaboraron con él.

Siendo ya obispo sigue aprendiendo de una sencilla mujer: Verónica- cuyo relato es el que más me ha tocado ¡por ahora!, porque no sé lo que me espera más adelante- ¡Qué lección más dura! Sin mediar derramamiento de sangre, ni tormenta de metralla por medio.
Creo que nos conviene a todos un encuentro con la desahuciada Verónica- madre viuda, en estado terminal de sida, preocupada por cuidar a sus cuatro hijos, de los cuales el menor de cuatro años-, para aprender una lección por nosotros mismos.

Al obispo, que no para un momento- incluso cargando, como Tobit (Tb 2, 4-8), con cuerpos inertes, procurándoles sepultura, aún a costa de no ser comprendido (pues lo hace indistintamente con musulmanes, cristianos o terroristas)- parece como si Dios le dijera que eso no es suficiente.

FOTOla mujer asegura el éxito de la evangelización.

la mujer asegura el éxito de la evangelización.

Por no reducir su testimonio a una serie de anécdotas, voy a destacar algunas notas de lo que he leído:
Empiezo por la fe.

A pesar de lo trágico de cada situación, resulta gracioso ver hasta dónde es capaz de arriesgar un hombre cuando tiene fe. En una ocasión, se presentó sin más que su presencia, predicando la multiplicación de los panes y los peces, para mover a un pueblo pobre, a hospedar durante un tiempo a su ‘enemigo’ (unos rebeldes armados dispuestos a masacrarles). A su marcha, sorprendentemente, la despensa aún rebosaba. Él les había dicho a su llegada que solo traía la fe. Todos esperaban que viniera con mucho dinero, para salvarles del desastre.

A mí, lectora acomodada en la distante Europa, me da la risa. Después de un duro viaje hasta llegar a la ‘boca del león’, se presenta ‘desnudito’. Si continúas leyendo, te admiras de lo que hace la fe de este hombre. 

Está también el testimonio de ese otro feligrés amigo suyo, cercado por bandidos en medio de la Iglesia, y obligado a dar las armas que tuviera. Él, sacando un rosario del bolsillo, grita que ésa es la única arma que posee, de inmediato le parten en dos la cabeza de un balazo. La víctima poseía el arma más poderosa: la oración.

 Capítulo aparte merece «la mujer», a quien el P. Aguirre considera la primera de todas en la misión. La mujer siempre es la primera en responder, y la que asegura el éxito de la evangelización.

 También merece mención ver la resistencia del hombre. Las ganas de vivir de un pueblo que constantemente, por no decir todos los días, ha de partir de cero.
Cómo acogen a sus mujeres e hijas que vuelven mancilladas, y terriblemente ultrajadas. Su dignidad ha sido tan pisoteada, tanto, que viven como muertas. He visto- casi en directo- el llanto de una mujer que vuelve a nacer. Me evocó a la hija del capitán de ‘La isla’ (película del ruso Pavel Lungin), o a Railly, la protagonista de la película ‘Del revés’ (Inside out). El P. Aguirre cuenta cómo una mujer volvía a la vida, tras un duro parto. Durante 20 minutos permaneció llorando ante familiares y vecinos, después de escapar- más muerta que viva- de su largo secuestro y ser acogida calurosamente.

 Pero, sin duda, lo que me ha arrancado más lágrimas ha sido su denuncia de las “víctimas colaterales”. Así llama a todas las víctimas que deja a su paso la indiferencia e insensibilidad de los promotores de tanto deshumanización- sean los que aprietan el gatillo, o los que proporcionan las armas y mantienen el caos porque les interesa-.

Un refrán dice que «cuando dos elefantes se pelean, lo que más sufre es la yerba que pisan». Así describe a su pueblo, como la yerba bajo los pies de los poderosos que rivalizan por explotar las minas de coltan, y por ello mantienen el desorden; de haber paz, el gobierno sería el gestor de su explotación, y eso no les interesa.

elefantesY ¿quiénes “promocionan” tanto desorden y sufrimiento?
Nombres tan conocidos y cercanos, como Nokia, Motorola, IBM, etc. Y si sigues la lista… cada uno de nosotros, "usuarios" de una sociedad del bienestar, por medio de grandes “elefantes” que disponen unilateralmente las riquezas ajenas.

 «Y esperó que diese uvas, pero dio agraces» (Is 5, 2)

Aunque gozosa ...¡Qué dura la experiencia! 

Lectura rápida, imaginé… ¡Ay Señor! que no puedo leer sin hacer largos parones, para respirar hondo y no ahogarme en mis propias lágrimas. Sí Señor, me estabas esperando esta Cuaresma, qué bien lo tenías calculado… «Me estrechas detrás y delante…tanto saber me sobrepasa» (Sal 138)

sor Rocío 



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