Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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Hna. Presentación

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Todos los años, por estas fechas de preparación para la Navidad, tenemos la oportunidad de compartir nuestras reflexiones entre nosotras. Se nos asigna un día y tiempo para exponer el fruto de nuestra reflexión, en el marco de un encuentro comunitario.

Aquí traemos a colofón la participación de nuestra hermana Presentación, que se ha animado a publicar en nuestro sitio su escrito.

ADVIENTO –2013

Tema: La obediencia.

Cuando el Señor puso a nuestros primeros padres en el paraíso,  les adornó con toda clase de  dones, naturales y sobrenaturales; con una condición: que fueran obedientes a su mandato.  El padre de la mentira les engañó y sedujo. Ellos, orgullosos como eran  al igual que nosotras, sucumbieron en la tentación.

 San Benito introduce la vida monástica  en el Misterio de Xto. Por la obediencia. Jesús  nos redimió, no tanto por su flagelación, azotes, coronación de espinas, cuanto por su obediencia a la voluntad del Padre. El Padre da un cuerpo a su Hijo para que pueda obedecer (carta a los Hebreos). Como Dios, no podía obedecer. Cristo pasó una crisis de obediencia; cuando su Padre le manda a la cruz, suda sangre en el huerto de los olivos: “Padre, no puedo más, si es posible aparta de mi este cáliz...” pero enseguida dice: “ No se haga mi voluntad, sino la Tuya” Vemos como supera la crisis con mucho amor y visión sobrenatural.

 He aquí nuestro modelo para cuando nos manden cosas difíciles o imposibles de superar.

En la vida monástica cuanta más ”muerte” demos a nuestra propia voluntad por el combate de la obediencia, más avanzaremos por los caminos de la santidad y del Amor.

 Características de la obediencia:

                    1ª Obediencia sobrenatural:

  Seremos obedientes mientras tengamos fe. La corona vendrá después de la prueba; objeciones encontramos a granel. El que manda puede equivocarse; el que obedece, nunca se equivoca. La fe es la única que puede darnos seguridad en nuestro camino de seguimiento a Xto. en nuestra vida monástica; el Señor se encargará de hacer el milagro si es preciso, como lo hizo con S. Pedro, cuando Jesús le manda caminar sobre las aguas: mientras tenía fe confiaba y se mantenía ileso, pero cuando empezó a dudar, se hundía sin remedio. El alma que obedece con fe a la palabra de Díos, desconfía de sus fuerzas naturales y de sus razonamientos. (C. Marmión).

                    2ª Obediencia alegre:

 “Dios ama al que da con alegría” (Hechos)

 Una obediencia madura y responsable que tiene a Dios como centro y meta, es siempre una obediencia serena, alegre y decidida. Esto no quiere decir que nos resulte fácil; ¡Cuantas veces el corazón puede estar chorreando sangre y los ojos lágrimas de fuego!, pero la alegría y la paz interior que Dios da al que obedece, nadie nos la puede arrebatar. Por el contrario, una obediencia facilota y cómoda, que no me comprometa mucho;  una obediencia externa en la que digo que sí para quedar bien, pero a la que no someto mi juicio y luego la hago a regañadientes y murmurando, aunque solo sea en mi interior, o no lo hago,... no produce frutos ni da paz, ni alegría.
“Dios ve el corazón del que murmura” y no se complace en sus sacrificios.

                    3ª Obediencia a los hermanos:

“Que a porfía se empeñen en obedecerse unos a otros” RB.72,6).

 La Santa Regla no exceptúa a nadie. Si bien es verdad que en primer lugar y por encima de todo es al superior a quien estamos obligados a obedecer en virtud de nuestro voto. También a los responsables de cada oficio, en los que el superior ha depositado una parte de su responsabilidad les debemos, -en virtud de la obediencia-, la misma sumisión y respeto. Finalmente obediencia a todos los hermanos. Si de veras nos amamos y somos humildes nos nos antepondremos a los deseos y necesidades de nuestras hermanas y, por supuesto, nunca  negarles un favor que nos pidan con humildad.

 La obediencia a los hermanos nos puede resultar a veces mas difícil que a los mismos superiores, ya que no tienen la suprema autoridad; si la vivimos con espíritu de fe, imitando a Cristo que se hizo obediente hasta la muerte y no solo a la voluntad del Padre, sino también a las veleidades  de los hombres.-Todo lo interpretaba como permisión divina, en espíritu de fe y abandono filial-.

 Precisamente porque hemos profesado militar bajo una Regla y una abadesa, en vida cenobítica y con unas hermanas concretas, a las que nosotras no hemos elegido, debemos ser diligentes en obedecernos mutuamente, para que el Señor nos pueda decir con verdad: “Lo que hicisteis a uno de vuestros hermanos más necesitados, a mí me lo hicisteis”.

 CRISIS DE OBEDIENCIA, IGUAL A CRISIS DE  FE.

 “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”

sor Presentación Villamayor



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