Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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SANTA GERTRUDIS LA MAGNA- 2ª PARTE

2ª PARTE: CONVERSIÓN Y OBRAS

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En una primera entrega nos quedamos ante el interrogante de la sequedad espiritual que experimentara Trutta (ya dijimos que así apodaban a santa Gertrudis las hermanas de su comunidad) cuando contaba con 25 años. Ya habían transcurrido 20 años de su vida en el monasterio y necesitaba encontrar respuestas en medio de la experiencia de una terrible soledad.

FOTOLámina de la Santa que conservamos en nuestro archivo.

Lámina de la Santa que conservamos en nuestro archivo.

La conversión:
Durante el Adviento de 1280, a pocos días de cumplir sus 25 años, su espíritu estaba alterado y profundamente a disgusto por lo "insoportable" que le resultaba la vida regular y su propia vida en el monasterio. Entró en una "depresión" cuya causa última debió de ser un profundo sentimiento de soledad.
Para comprender qué pasaba con el mundo de Gertrudis en ese momento, y sentirla así realmente como nuestra hermana, y no sólo un importante personaje histórico o una santa venerable pero lejana, nos ayudamos del siguiente relato:

       Adviento de 1280, Trutta estaba a punto de cumplir 25 años y ya llevaba 20 en el monasterio, desde los cinco años. La niña no ha conocido el calor humano de unos padres y hermanos, y además ha sido abandonada a tan tierna edad en un lugar extraño; por eso mismo, el monasterio había sido para ella el único verdadero hogar que había conocido. Sus compañeras y amigas, su maestra, la abadesa y la comunidad entera, eran la única familia que recordaba; por lo tanto no debería haber echado de menos nada. Pero no fue así, todos sabemos que la vida pasa factura: pese al cariño recibido de su comunidad, según van pasando los años, Trutta no puede evitar el hacerse preguntas que quizá intenta acallar manteniéndose ocupada, se vuelca en el mundo intelectual, llegando a poseer un gran conocimiento de la filosofía, la música, la teología y los autores clásicos. Sin embargo, en el momento en que estos estudios habían perdido para ella el carácter novedoso, se le revela como carente de atractivo e importancia como para justificar su vida, la vence el sentimiento de orfandad. Hasta ahora ha conseguido mantener estos sentimientos a raya pero: ¿hasta cuándo?...
Un día de frío, hacia mediados del adviento, su amiga del alma le anuncia que está esperando la visita de una de sus hermanas, que viene a felicitar a la comunidad por las próximas fiestas de Navidad y el año nuevo (estamos en el Adviento de 1280), y pide a Trutta que le acompañe. Estando en compañía de dichos visitantes, ve nacer en su interior un sentimiento de envidia y tristeza. Poco después, al quedarse sola, se va al rincón de la capilla en donde hace su oración y se pone a pensar: se ve a sí misma con 25 años y se da cuenta de que su juventud se está acabando. Se ve a sí misma como hubiera sido su vida si fuera la madre y esposa que acaba de dejar y sueña... de repente la realidad se impone: jNunca va a ser madre y nunca ha tenido, ni tendrá, a alguien que le haya dicho una palabra de amor!; a ella, que es pura afectividad y a quien la gusta disfrutar de la vida, aunque se haya refugiado en los estudios...
La tristeza cae sobre ella como una losa y empieza a desear lo que nunca se había planteado abiertamente: necesita a alguien en quien poder volcar su necesidad de amar. El futuro se le aparece como una gran valla infranqueable, al pensar que toda su vida se va a desarrollar entre las cuatro paredes de su monasterio y en unas prácticas que no la llenan en absoluto y a las que tampoco da mucho crédito.
Esto la llena también de miedo, pues al fin y al cabo, es monja y tiene el sentido de sus obligaciones como tal; además, aunque tibiamente, lleva una cierta vida espiritual que sabe incompatible con los deseos que la embargan. Su vida carece de sentido, es una vida perdida, una soledad desesperada la invade y se pregunta rebelándose:

 ¿Quién es Dios? ¿Dónde está? ¿Le importa algo la tristeza del ser humano? ¿Con qué derecho puede pedir el sacrificio de toda una vida por algo tan intangible como la vida espiritual? jYo quiero amar!, y -tengo que reconocerlo- sobre todo, ser amada. Quiero tocar y ser tocada, besar y ser besada. Tener a un niño entre mis brazos, un niño formado en mis entrañas. Tener a un compañero que sólo se ocupe de mí, que se "derrita" de amor por mí. Y en cambio..., sólo me espera la frialdad de estas paredes, la soledad de ser una buena monja a costa de matar a la mujer que hay en mí. ¡Oh Dios, si al menos tuvieses unos brazos con los que abrazarme!,...pero estás tan lejos..., y eres tan grande... y yo deseo tanto el contacto humano... que sólo puedo desesperar y maldecir mi suerte.

 En este estado fueron pasando las navidades y Trutta solo podía verse a sí misma y a su tristeza. La liturgia de la Navidad -que para ella había sido hasta entonces una recreación para el cuerpo y el espíritu, para el oído, el olfato y la vista-, no la vivió con consciencia. Los cantos, la misa del gallo, los oficios habían pasado totalmente desapercibidos. O mejor, los había vivido en clave de su carencia afectiva.

Un día, ya pasada la Navidad cayó en la cuenta de que la había dejado que pasar sin pena ni gloria…Intentó entonces meditar sobre la fiesta pues se sentía algo culpable y entonces, sin esperarlo, tuvo una revelación: había nacido un niño, tan adorable como los sobrinos de su amiga, un niño con sus manitas que se podían coger, besar, acariciar... un niño que siendo un ser humano tangible... es DIOS. Trutta descubre -como por primera vez-, que JESÚS DE NAZARET es un Hombre. Con él, puede tratar como tal porque tiene un CORAZÓN humano. Siente como puede sentir ella: frío y calor, dolor y alegría, tristeza y miedo, amor y amistad, etc... Gertrudis está conmovida, se da cuenta que ese niño ha nacido POR NOSOTROS (por ella), que toda la vida de ese niño va a ser una donación de amor A NOSOTROS (a ella), y SIN NINGÚN MÉRITO por nuestra parte. Esto la llena de estupor, de alegría y agradecimiento, y más sabiendo que POR NOSOTROS va a ser capaz de morir en una cruz. Se da cuenta de que Jesús colma todas sus aspiraciones humanas: es niño, es joven, es hombre y además es DIOS... Era la fiesta de la Purificación.

A Gertrudis se le ha revelado el misterio de la Encarnación. Siente que su vida arranca en ese momento, es como cuando tenía quince años y empezaba a descubrir la vida, su autonomía, su poder. “Ese Dios que la teología se esfuerza por analizar de algun modo, es un ser vivo, una persona presente, un amor -el único amor- que quiere revelarse a las almas como el amigo al amigo, como el esposo a la esposa... El descubrimiento de Gertrudis no es efecto, como sucede de ordinario, del trabajo del entendimiento, sino de una gracia especial, y esta gracia es tan poderosa, que todo lo precedente no parece al alma sino pecado, vicio, ceguera, tinieblas, orgullo, traición".

Se siente rejuvenecida y siente la necesidad de expresarlo de una manera que manteniendo lo "inefable" de su experiencia, comunique la novedad de la irrupción de Dios en Jesús, en una "pobre" monja que no se lo merece y que se ha visto "rescatada" gratuitamente de la postración en la que estaba.

 Trutta describe su descubrimiento sirviéndose de un relato imaginativo en forma lírica (imaginación creativa). De esta forma lo cuenta:

 "...en la hora susodicha (después de Completas), hallándome en medio del dormitorio y, después de saludar con una reverencia, conforme al ceremo­nial de la Orden, a una anciana que pasaba, al levantar la cabeza vi frente a mí a un joven amable y distinguido, de unos dieciseis años de edad; era tan hermoso que mis ojos no hubieran podido ver cosa más placentera. Con un rostro lleno de bondad y con voz suave me dijo: «Pronto vendrá tu salvación, ¿por qué te consumes de tristeza? ¿Acaso no tienes un confidente para dejarte así abatir por el dolor?». Mientras pronunciaba estas palabras, aunque sabía que me hallaba corporalmente en dicho lugar, sin embargo, me parecía encontrarme en el coro, en el rincón donde hago tan tibiamente mi oración. Allí fue donde oí las palabras siguientes, a saber: «Yo te salvaré y te libraré, no temas». Después de estas palabras, vi que estrechaba mi mano derecha con su mano derecha, fina y delicada, como para ratificar solemnemente sus promesas. Y anadió: «Tú has lamido la tierra entre mis enemigos» y has chupado miel entre las espinas. Vuelve a mí, y yo te embriagaré en el torrente de mis delicias divinas. Mientras él hablaba así, miré y vi entre ambos, esto es, a su derecha y a mi izquierda, un vallado tan desmesuradamente largo que no se descubría ni su principio ni su fin. La parte superior de este vallado estaba tan erizada de espinas que yo no veía modo alguno de pasar para juntarme con el adolescente. Permanecía, pues, vacilante, ardiendo en deseos y a punto de desfallecer, cuando súbitamente él mismo me tomó, me alzó sin dificultad alguna y me colocó a su lado".

Trutta identifica a este personaje con Jesús de Nazaret, cuando ve en él las señales de la pasión: las cinco llagas. En el relato de su visión, el reconocimiento de estas llagas marca el límite de su "imaginación creativa" que no pretende abarcar "toda" la realidad, sino indicarnos la dirección de un descubrimiento deslumbrante y el efecto causado en ella.

 Las visiones: una lectura plástica de la realidad espiritual

 Hablar de "revelaciones", "visiones", "transverberaciones", "cambio de corazones", y demás fenómenos místicos que encontramos en Trutta, puede crear un sentimiento de algo sublime que se nos escapa. No son fenómenos tan extraños a nuestra experiencia religiosa, lo que pasa es que por nuestro mundo cultural occidental solemos expresarnos en un lenguaje racional y empírico sin dejar espacio a la "imagi­nación creativa" que es otro camino de conocimiento:

Esta forma de conocimiento es mucho más cercano al mundo femenino, por ello no es extraño que hablando de fenómenos sensoriales místicos, salvo algunas excepciones -como el Maestro Heckhart y Juan de la Cruz-, sean propias de la forma de percibir de "las místicas", y en el caso de los hombres, de personas con una importante vena artística. Por otro lado los autores bíblicos, sobre todo los profetas y el mundo apocalíptico, se expresan normalmente en unos pará­metros de "imaginación creativa" ya que pertenecen a un ámbito cultural de Oriente.

Recordemos a este respecto como ejemplo la vocación de Jeremías Jr, 1, 4-19; las visiones de Ezequiel; las visiones del Apocalipsis de San Juan; los gestos proféticos, etc.

 Fundamentalmente, las "revelaciones", "visiones" y demás fenómenos místicos son un genero literario que pretende poder aproximar el misterio a través de unas claves intuitivas que corresponden a un conocimiento o vision estética de la realidad, por lo que, quien quiera entender algo de una visión debe abandonar las claves del conocimiento intelectual racionalista y empírico y adoptar una mirada estética (imaginación creativa), la misma que deberíamos adoptar ante un cuadro o una escultura, ante la música, la poesía o una gran obra literaria.

 Hecha esta introducción, presentamos algunas consideraciones sobre diversos elementos de esta "vision" de Gertrudis que nos van a ilustrar sobre lo que nos intenta comunicar y su forma de contarlo.

En este contexto, lo primero que llama la atención del lector en esta visión inaugural, es que Gertrudis nos muestre a un bello joven de dieciséis años. Si tenemos en cuenta lo que decía más arriba de que -ante la irrupción de Jesús en su vida- debía sentirse como vuelta a la edad en la que se descubre la vida (15 años), puestos a buscar una forma de comunicar ese momento en el que Trutta descubre la Humanidad de Jesús de Nazaret, le presenta como un joven que empieza a ser hombre ya que, para ella, es en ese momento cuando Jesús "nace" como persona. Es un estreno total de la vida, en ella y en él. Empieza algo nuevo y maravilloso (un chico bello y deseable) que la fascina y ante lo cual siente fuertemente la impotencia de su fragilidad: el miedo, las dudas, sus tendencias a la comodidad, a la vanidad, etc. Es un muro infranqueable con cantidad enorme de cosas (espinas) que la impiden dar el paso hacia lo que desea (estar con el joven). Trutta sabe que es una expe­riencia religiosa, por eso la relaciona con "su lugar de oración" y con la litur­gia ("Pronto vendra tu salvación...) en la capilla, es una experiencia sagrada y al mismo tiempo cotidiana (se encuentra en el dormitorio) y no es una experiencia para sí misma exclusivamente, sino que se dirige a su comunidad (reverencia ante la anciana: inicio de la visión). Es una experiencia gratuita de salvación (el joven mismo la coge y la pone a su lado sin que ella sepa como)...

Esto puede bastar como ejemplo de que, desde una lectura plástica con un lenguaje estético de "imaginación creativa", las visiones adquieren un profundo sentido didáctico y pierden la "extrañeza" que nos pueden producir a nuestra sensibilidad racionalista occidental.

Bien puede aplicarse a la "imaginación creativa” lo que Maria Teresa Porcile, viene a decir respecto de la "teología metafórica"; dice en la introducción de un artículo: "Gertrudis no nos entrega «textos», lo que nos da es su misma alma, su corazón, un corazón en el que hay que entrar de puntillas. Gertrudis nos entrega el recuerdo del trato íntimo con el Señor. Lo hace desbordante de gratitud, por la fuerza del Espíritu Santo". El Espíritu es quien la impulsa a comunicar el fruto del Amor-Ternura.

 

LIBRO DE LA GRACIA ESPECIAL- título del libro de Matilde de Hackeborn, en cuya redacción participó Trutta. (Biblioteca cisterciense nº23, Ed.Monte Carmelo)

La vida después de la conversión:
El resto de la vida de Gertrudis es un eco ampliado, una profundización de la experiencia que tuvo, revivida en la liturgia, en las devociones, en el trabajo, en su trato con los demás, en sus confidencias, en todo lo que configura su vida.

Los datos que tenemos sobre este periodo son tan escasos como los anteriores, si exceptuamos su profunda vida interior bien reflejada en sus escritos. En 1291 muere la abadesa Gertrudis de Hackeborn dejando un gran vacío en la comunidad. La sucede Sofia de Mansfeld, hija del conde Bucardo de Querfurt fundador de la comunidad, que renuncia al cargo por enfermedad en 1298. El mismo año muere Matilde de Hackeborn, su maestra y gran amiga, causándole su desaparición un gran dolor. Pocos años después de la conversion Trutta empieza a tener enfermedades que no la abandonarán hasta el momento de su muerte y que frecuentemente la impiden participar en la liturgia y en la Eucaristía. Esto lo vive con dolor, pero recibe el consuelo de saber que «La enfermedad es la soledad en que el Señor habla al cora­zón de la amada, no a su oído» (Legatus 5,1,4.). En Febrero de 1298 su estado de salud se agrava y ya no se volverá a recuperar. El deseo de la muerte aparece con frecuencia en sus escritos y de muchas formas, con una intensidad casi vehemente, con expresiones muy apasionadas: "Oh muerte queridísima... Oh muer­te que das a luz los frutos de la vida eterna... Oh muerte, vida perenne... Oh muerte preciosísima... Oh muerte vital... Oh muerte triunfal... Oh muerte amantísima... Oh muerte misericordiosísima... (Exercitia 7:SC 127,282-284). Sobre el año de su muerte existen también dudas, no así sobre el día: el 17 de noviembre de 1301 o de 1302.

La vida después de la muerte:
Al poco de morir, sus amigas y confidentes terminan de redactar la totalidad del Legatus y posteriormente se ve, que sin desaparecer completamente, sus escritos quedan desconocidos para la mayoría del pueblo cristiano. Casi nadie se acuerda de Gertrudis, por esta época es la obra de las dos Matildes (de Hackeborn y de Magdeburgo) la que se recuerda y alcanza cierta difusión. De este modo permanece la situación durante dos siglos y medio, hasta que a través de los cartujos de Colonia, en 1536, Gertrudis vuelve a la vida con una fuerza insospechada. Aparecen sus obras en versión latina y a partir de ahí, por toda Europa y durante los siglos siguientes, incluyendo el nuestro, se van haciendo reediciones continuas de sus obras y no sólo en latín, sino vertidas a las lenguas vernáculas: francés, español, inglés, alemán, italiano.

¿A qué se debió el interés que de repente suscitó la obra de Gertrudis? Aquí indico una hipótesis (del hno.Enrique Mirones) que le fue surgiendo según se adentraba en su teología, concretamente en sus ideas sobre la Gracia.

Evidentemente las ideas de Trutta forman una teología de la "Justificación por la Gracia" este es un punto clave para ella donde descansa toda su experiencia espiritual; y tenemos que recordar que su resurreción tiene lugar en el siglo XVI (1536, publicación de sus obras por los cartujos de Colonia): el siglo de Lutero, la Reforma y la Contra-reforma. ¿Podemos decir que gracias al reformador, o mejor, gracias a la polémica suscitada por él, se redescubrió popularmente la figura y la obra de Gertrudis?

Las fuentes de Gertrudis: 'Cisterciense? ...
En las fuentes de donde se alimenta Gertrudis es donde podemos dilucidar más claramente la legitimidad de considerarla o no una monja cisterciense. La conclusión que podemos sacar al respecto es una respuesta claramente positiva.

La formación humana y teológica de Trutta era muy notable: dominaba los estudios clásicos, tanto el "Trivium" como el "Cuatrivium", y a los autores clásicos: Cicerón, Virgilio, etc. Llegó a ser muy erudita en estos temas antes de su conversión. Cuando ésta se produjo su orientación cambió radicalmente y se empezó a alimentar fundamentalmente de la vivencia litúrgica. El Opus Dei empezó a ocupar en ella el lugar cen­tral que la tradición monástica le otorgaba. Este giro la llevó a una profundización en la Lectio y se nota que sus referencias más cordialmente presentes se mueven en el ámbito de la espiritualidad y las místicas cistercienses, no sólo por los autores, sino por los temas y actitudes que le interesan.

San Bernardo es una cita constante en su obra, quizá es el explícitamente más presente, pero se rastrean en su experiencia y pensamiento la presencia así mismo de Guillermo de Saint-Thierry de una forma muy importante, Elredo de Rieval, Guerrico de Igny...

Gertrudis_hábito benedictinoPor supuesto que la RB ocupa un lugar importante en su obra, asi como Gregorio Magno y los grandes padres de la iglesia: Basilio, Jerónimo, Ambrosio y sobre todo Agustín como en toda la tradición medieval. Dentro de esta tradición se nota en Gertrudis la inevitable influencia de otro de los autores más extendidos a partir del siglo XI: Anselmo de Canterbury -monje benedictino-, que con su argumento ontológico y su concepción de la redención en los términos jurídicos de la "satisfacción", contribuyó a la extensión de la angustia por el tema de la salvación en las gentes medievales y a una imagen demonizada de Dios como Juez inapelable que "necesita" la sangre de su Hijo para calmar su ira.

Su influencia en Gertrudis se nota en una doble dirección: por una parte como corrección a esta doctrina tan extendida entre la gente -en esto se ali­néa con toda la tradición cisterciense que insiste en la misericordia divina-, y por la otra parte en el rigorismo del que a veces hace gala y en pequeños restos de miedo ambiental a Dios que también a veces se vislumbra.

Ya apuntamos como la espiritualidad de las Órdenes mendicantes influyeron en Helfta. Es évidente que Trutta conocía a Tomás de Aquino, Buenaventura, Alberto Magno, que fue el maestro de Enrique de Halle, director a su vez de Matilde de Magdeburgo y probable vía de entrada del vocabulario alquimista en la obra de Gertrudis; también conocía a los victorinos: Hugo y Ricardo de San Victor cuya influencia se percibe en su obra. De esta manera nos encontramos con que en Gertrudis se unen de alguna manera una teología de tipo fundamentalmente especulativo, a través de su contacto con la escuela dominicana, y una teología más antropológica y experiencial a través de los místicos cistercienses y monásticos en general, la liturgia y la vida sacramental.

 La obra de Matilde de Magdeburgo tuvo una notable influencia sobre la espiritualidad de Helfta, amplificada -suponemos- por la convivencia con ella durante al menos doce años. La diferencia de edad (unos 40 años) nos hace suponer que personalmente no debió de haber mucha intimidad con Trutta, pero hay quien piensa que la "escuela de Helfta" es directamente deudora del impulso de la antigua beguina (M. de Magdeburgo). En el tema de la Libertas Cordis en Matilde encontró un ejemplo vivo de lo que implicaba, incluyendo la posible incomprensión de muchos y hasta la persecución, como fue el caso de la beguina que a consejo de Enrique de Halle se refugió en Helfta para huir y acallar a sus detractores. El aspecto de denuncia de sus escritos era conocido por las mojnas de Helfta, y lo defendieron al acogerla en su monasterio.

 Acabamos esta 2ª PARTE citando alguna de las obras en las que participó Trutta:

 El Heraldo de la divina. Compuesto por cinco libros de los cuales el segundo es el único compuesto por la misma Gertrudis y que constituye él solo la siguiente subdivisión:
- El memorial. Segundo libro del Heraldo.
- Los Ejercicios.

 El Memorial: Origen de todo lo que conocemos de Trutta. Es el relato de una experiencia de Dios en un lenguaje plástico. Está estructurado por la oración personal, la liturgia y la Escritura. Se centra en las relaciones entre liturgia, teología y mística.

 Los Ejercicios: Son ante todo un libro de oraciones, escritos con gran libertad. Pertenece a un género muy difundido en el Occidente monástico, que nació en el siglo VII y que tuvo su apogeo en el siglo XI. Muchos grandes monjes lo utilizaron, así Pedro Damián, Juan Gualberto, Juan de Fécamp, Anselmo de Canterbury, y un largo etcétera.
Se pueden definir como oraciones paralitúrgicas destinadas a renovar el fervor monástico mediante la reflexión sobre la gracia del bautismo y de la consagración religiosa a la luz de la vocación de las vírgenes cristianas a los desposorios místicos con Cristo.

Dejamos pendiente para una 3ª PARTE una aproximación a su teología.



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