Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
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Vida y Virtudes de Santa Synclética
Así como los que miran fijamente al sol se dañan la vista, así los que contemplen la vida de Synclética, debido a la grandeza de sus buenas obras y a la excelencia de su virtud, se sienten presas del vértigo, ceden en su empeño, y perdidas sus fuerzas queden totalmente anonadados. Hablar de ella de una manera digna es tan imposible para nosotros, como difícil a la mayor parte de los hombres.
4.-La que recibió el nombre de synkletos= asamblea celestial, era oriunda de Macedonia.
Sus antepasados habías conocido el amor de los alejandrinos hacia Dios y hacia Cristo: por ello dejaron Macedonia y se trasladaron a Alejandría. A su llegada encontraron que la realidad superaba a lo que habían oído. Por ello, con verdadero gozo, fijaron allí su residencia. No fue el gran número de habitantes lo que les agradó, ni el esplendor de los edificios lo que provocó su admiración, sino el haber encontrado allí una fe sencilla unida a una caridad sincera, y consideraron la tierra a la que habían emigrado como una segunda patria.
5.- Noble por su nacimiento, la bienaventurada Synclética, disfrutaba además de todo lo que el mundo apetece. Tenía una hermana que compartía sus ideales y dos hermanos cristianamente educados. Uno de ellos murió muy joven; el otro, al llegar a los veinticinco años fue presionado por sus padres para que contrajese matrimonio. Preparado todo para la boda, firmados y ratificados los contratos que se acostumbran en estos casos, el alma del joven, como el pájaro libre del hilo que le sujeta, voló y cambió la esposa de la tierra por la casta y libre comunidad de los santos.
6.- Vocación precoz: Synclética era aún una niña cuando su alma comenzó a formarse en el amor a Dios y cuidaba menos de su cuerpo que de su alma, cuyos movimientos vigilaba constantemente.
7.- Su extremada hermosura la granjeó, desde su más tierna juventud, numerosos pretendientes, atraídos unos por su riqueza, otros por la nobleza de sus padres, pero seducidos sobre todo por su belleza. Sus padres la inducían a contraer matrimonio con el deseo de continuar en ella la tradición familiar. Pero, Synclética, con su sensatez y entereza de alma, en modo alguno se plegaba a sus indicaciones; se le hablaba de un matrimonio humano, pero ella pensaba en el matrimonio divino. Desengañaba a sus numerosos pretendientes, pues, solo el Esposo divino gozaba de sus preferencias.
8.- Era discípula de Santa Tecla, las dos no tenían más que un único Esposo: Jesucristo, y para conducirlas a Él, un único guía: San Pablo; para ellas, el lecho nupcial era la Iglesia; y es David quien canta para ellas sus salmos con “címbalos sonoros”
9.- Sus ojos no se dejaron seducir por las piedras preciosas…las lágrimas de sus padres no la enternecían como tampoco otros razonamientos de sus allegados; como un diamante se mantenía inquebrantable en su ánimo y en su pensar. Habiendo cerrado como si fueran puertas, todos sus sentidos, conversaba particularmente con su Esposo y repetía estas palabras de la Escritura: “Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado” (Ct. 2,16) Las conversaciones que podían alterarlas las huía y se refugiaba en las moradas interiores de su alma; pero por el contrario, si en una indicación encontraba luz y ayuda, su inteligencia estaba pronta a aceptar lo que le decía.
10.- Amor al ayuno. No era negligente en aplicar a su cuerpo los remedios saludables: no hubo nadie que le igualase en su amor al ayuno, que consideraba como el guardián de todo lo demás. Si la necesidad la obligaba a comer fuera de lo habitual, al contrario de lo que les sucede a los que comen, su semblante palidecía, su peso disminuía; muy cierto es que lo que se hace de mala gana produce un efecto contrario. De la disposición inicial depende, en general, lo que la sigue. En efecto, los que comen con gula deleitándose en la comida, se ponen lozanos y vigorosos, mientras que adelgazan y se debilitan los que comen de mala gana, como por ejemplo, los enfermos. Así esta bienaventurada, entregándose a debilitar su cuerpo, vigorizaba su alma y se ajustaba a la palabra del Apóstol:”aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando” (2 Cor 4,16). Sin embardo su ayuno era tan discreto que la mayoría lo ignoraba.
11.- Renunciamiento al mundo. A la muerte de sus padres, progresando bajo la moción del Espíritu del Señor, con su hermana, que era ciega, abandonó la casa paterna para vivir a la tumba de un miembro de su familia, lejos de la ciudad. Renunció a sus bienes, que distribuyó entre los pobres, y llamando a un sacerdote se cortó las trenzas, de modo que se entendiese claramente que renunciaba a “toda mundanidad”, pues con esta palabra las mujeres se refieren habitualmente a su cabellera. Este hecho era clara señal de que su alma estaba fundada en la sencillez y en la pureza. A partir de entonces comenzó a merecer el nombre de virgen.
12.- Después de haber distribuido todos sus bienes, se retiró a la soledad.
13.- Rapidez en su ascensión espiritual. Synclética, al igual que las personas que en la víspera de un viaje se procuran las provisiones para el camino, se lanzó a las alturas. Un edificio se construye con materiales traídos de otra parte, Synclética hizo lo contrario. No hizo acopio de materiales externos, sino más bien hizo vacío interior,; distribuyó sus bienes entre los pobres, renunció a toda cólera, a todo resentimiento, arrojó de sí la envidia y ambición y edificó su casa sobre roca (Mt 7,24); la torre sobresalía y la casa podía resistir los embates de los elementos.
15.-Ascesis secreta.-De su vida escética casi no podemos hablar porque no ahy testigos de ella. No quería en modo alguno que las que la visitaban fueran pregonando sus actos virtuosos. Más que obrar bien se preocupaba de que no se supiera nada de lo que hacía. Obraba así no por una cerrazón celosa, sino bajo el impulso de la gracia de Dios. Pues meditaba en su corazón la Palabra del Señor: "No sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha" (Mt 6,3). En secreto cumplía en plenitud las exigencias de su profesión.
16.- Desde su niñez hasta su mayoría de edad no contenta con evitar todo trato con los hombres, eludía también con frecuencia a las mujeres y esto por dos razones: por miedo a que su vida de asceta diera pie a alabanzas y por temor a que el trato con el mundo la apartase del canimo de la virtud.
17.- En el combate espiritual. Tan atenta estaba a los primeros movimientos de su alma, que no se dejaba arrastrar por ellos a los placeres de la carne; como un árbol en pleno crecimiento, se desembarazaba de las ramas estériles; por el ayuno y la oración apartaba de sí con habilidad los pensamientos que no eran más que retoños espúreos. A medida que progresaba se ayudaba con diversas penitencias castigando su cuerpo con toda clase de mortificaciones; no le bastaba con privarse de pan, se privaba también de agua.
18.-Cada vez que tenía que enfrentarse con el enemigo, comenzaba a pedir el auxilio de su Maestro en la oración, pues no se contentaba con solo la ascesis para calmar el furor del león. Una vez hecha la oración, el Señor se presentaba y el enemigo huía. A veces la lucha se prolongaba y el Señor no ponía en fuga al malvado para ejercitar más y más la virtud de la Santa. Synclética recibía en estas ocasiones un aumento de gracia y con ella se encontraba más fuerte para vencer al emenigo; no le bastaba, para mortificarse, reducir su alimento, sino que además se esforzaba por abstenerse de aquellos manjares que halagan el gusto. Comía pan con salvado...y dormía en el suelo. Mientras duraba la lucha estas eran sus armas: la oración era su armadura y su escudo; su yelmo era una "mezcla" de fe, esperanza y caridad (Cf. Ef.6,16-18); la fe dominaba todo, abarcando todo su ser. La limosna también estaba presente.
19.-Cuando llegaba a dominar al enemigo, inmediatamente mitigaba el ardor de su ascesis, temiendo que su cuerpo se debilitase en exceso y fuera más adelante vencida. En efecto, el soldado privado de sus armas ¿qué esperanza puede tener en el momento de la batalla? Algunos al perder todas sus fuerzas, en un ayuno sin medida ni discreción, se perjudican fatalmente obligadosa esquivar la lucha, y consuman su ruina. No era esta la conducta de Santa Synclética, que todo lo hacía con gran discreción. Cierto que rechazaba enérgicamente al enemigo por medio de la oración y el ayuno, pero una vez que renacía la calma, sabía cuidar su cuerpo. Cosa sabida es que los navegantes, sorprendidos por el mal tiempo y las tormentas, no pierden el tiempo en comer sino en hacer frente con todos los medios a su alcance al peligro inminente. Pero una ez que han salvado la vida, se cuidan de todo lo demás. No están siempre navegando sobre un mar embravecido y la menor calma la reciben como un respiro a sus fatigas, pero ni aún entonces abandonan todo cuidado y se sumen en un profundo sueño, la experiencia del pasado les enseña para el futuro. Si la tormenta ha amainado y el mar está en calma, salvada una segunda ola, queda la tercera, si el efecto ha pasado, permanece la causa. Lo mismo ocurre en el caso presente: aunque el ardor de las pasiones se ha calmado, el enemigo no está lejos. `por tanto hay que "orar sin cesar" (1 Tes 5,17) debido a la inestabilidad del mar y a la malicia salobre del enemigo. Así, la bienaventurada Synclética, con una viva conciencia de las fluctuaciones de esta vida, preveía las tormentas. Su piedad hacia Dios le permitía llevar con mano vigilante el timón de su barco, y salvando las tormentas arribar al puerto de salvación. Pues había puesto su fe en Jesús como en una "segura y sólida ancla" (Hb 6,19)
20.- Su irradiación.
Su vida envualta como estaba en fe y en pobreza, resplandecía en caridad y humildad. Ponçia en práctica la palabra de salvación: "pisarás sobre el león y la víbora" (Sal 90, 13) Oía como dirigidas a ella estas palabras del Evangelio: "Siervo bueno y fiel, en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré" (Mt 25,21) Aunque estas palabras se refieren a la recompensa,, en este caso se deben interpretar así: "Ya que has conseguido la victoria del combate corporal, espiritualmente alcanzarás un galardón, yo seré tu escudo. Los principados y las potestades de las que ha hablado mi siervo Pablo (Cf Ef 6,12) reconocen la grandeza de tu fe; mas una vez vencidas las fuerzas adversas, tendrás que luchar contra las más terribles"
21.- Viviendo en soledad se entregaba a la práctica de las buenas obras; con el tiempo, sus virtudes fueron conocidas y "el buen olor" (2 Cor2,15) de sus gloriosos trabajos comenzó a divulgarse pues "no hay nada encubierto, dice la Escritura, que no haya de ser descubierto" (Mt 10,26). Dios sabe, incluso si es necesario por sí mismo, darse a conocer a aquellos que le aman para corrección y provecho de los que escuchan. Y hubo algunas que, llevadas del deseo de perfección, comenzaron a visitarla y a hablar con ella para su propia edificación. estas conversaciones las enriquecían con los ejemplos de su vida y en su deseo de recibir ayuda, multiplicaban los encuentros y, según la fórmula habitual, la preguntaban: ¿Cómo conseguir la salvación? Synclética suspiraba priofundamente, derramaba abundantes lágrimas, se recogía en su interior, y como si sus lágrimas fueran una respuesta, se sumía en el silencio. Sin embargo ellas, de común acuerdo, le presionaban a hablar de las maravillas de Dios.El espectáculo que tenían ante sus ojos bastaba para llenarlas de gran admiración y asombro, y de nuevo, la suplicaban que hablase. Cediendo a esta violencia prolongada, y después de un largo rato, tras un gran silencio,, la santa decía con humilde voz la Palabra de la Escritura: "No fuerces al indigente porque es pobre" (Pr 22,22) Pero las que la escuchaban recibían esta Palabra con gozo y la degustaban como si fuera un panal de miel y seguían haciéndola preguntas y proponiéndola sus dudas. La citaban las palabras de la Escritura: "Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis" (Mt 10,8) "Velad para no ser castigados por haber escondido vuestro talento, como el siervo de la parábola" (Cf Mt 25,30) La Santa contestaba: ¿Por qué tenéis tales ideao sobre una pecadora como yo, como si fuera capaz de hacer o decir lo quee s bueno? Tenemos un mismo Maestro, bebemos el agua viva espiritual en la misma fuente, nos amamantamos de los mismos pechos: el Antiguo y el Nuevo Testamento" Ellas respondían:"También sabemos que tenemos un único pedagogo, la Escritura, y el mismo Maestro.Pero, por un celo siempre vigilante, tú has progresado en la virtud y las que tienen el hábito de obrar bien han de ayudar, como más capacitadas, a las principiantes. Tal es en efecto la enseñanza de nuestro común Maestro". Al oir estas palabras, la bienaventurada se ponía a llorar como un recién nacido. Las otras, olvidándose por un momento de sus problemas, la suplicaban que dejase de llorar. Una vez que se hubo calmado, de nuevo se hizo un largo silencio. Después volvieron otra vez a requerirla. Entonces Synclética, llena de compasión, y comprendiendo que sus palabras no darían lugar a la alabanza a su persona sino que serían como semillas útiles para las que vivían en torno a ella, comenzó así:
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