Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
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Santos benedictinos en el despuntar de la Orden de Cister
El 11 de Mayo hacemos memoria de un nutrido grupo de monjes benedictinos. Pertenecen al periodo de alumbramiento más inmediato del Carisma cisterciense. Hombres con nombre extraño a nuestros oídos, son nombres de origen visigodo. Nos situamos entre los siglos X-XII. Os los presentamos en las siguientes líneas. Tras este tiempo dorado del benedictinismo de Cluny, arranca con fuerza la reforma de Cister, cuyos protagonistas venían de monasterios benedictinos. Son para nosotras un buen referente.
Bernón (909-927): Abad fundador de Cluny. En Cluny se sintetiza la Regla de San Benito de Aniano. Bernón propuso para su tiempo esta doble dimisión: tradición espiritual originaria del monacato y respuesta a las circunstancias de su tiempo. Su momento exige vivir en coherencia la Regla sí, pero él añade una cualidad personal: el discernimiento de espíritus, lo cual implica escuchar comprender, identificarse con el otro, guiar.
Odón (927-942): Odón, que había sido novicio de Bernón en Baume, será designado sucesor por su predecesor, es decir, no elegido por la comunidad. Persona de un gran espíritu práctico; él será quien organizará la vida de Cluny en sus primeros momentos. Famoso por su desprendimiento, llevará al monasterio cien manuscritos de su biblioteca personal.
De reconocida humildad, soportará todas las injurias, por su obediencia. Tendrá además una característica importante: será un gran pedagogo, un gran comunicador. Por su devoción a Maria Magdalena compondrá el sermón dedicado a ella en el que reivindica su figura como “Apóstol de los apóstoles”. Es decir, él dirá que el pecado llegó al mundo por la mujer pero para que la mujer- en cuanto sexo femenino- no quedara humillada, se necesitaba que la mujer tuviera la precedencia en la apostolicidad. Tenía por característica más destacable su alegría espiritual. (Por cierto, el Papa Francisco ya ha puesto en práctica en la Iglesia, esta enseñanza atisbada 'siglos ha' por Odón, de celebrar la memoria de María Magdalena con categoría de "Apóstol")
Una anécdota: Siempre que estaba de camino se dedicaba a rezar salmos. Su oración privada eran solo los salmos, un día se encuentra con un pobre mal oliente, su compañero se dio cuenta de que el pobre olía tan mal que él se quedó rezagado para evitar el vómito. Mientras tanto el Abad Odón hace que el pobre se suba a lomos de su caballo. Y EL Abad en vez de reprender a su compañero por su falta de caridad, le dice: «Pero, acércate, que tenemos que seguir rezando salmos». El otro naturalmente decía: «No, no, no, es que huele demasiado mal». Y le responde el Abad: «Pero bueno, ¿Cómo puedes tú decir que huele mal este pobre cuya redención ha costado un precio tan alto, es decir la muerte del Salvador? Si el Salvador».
Máyolo (954-994): Se dedicará a construir una estructura que pueda mantener el espíritu fundacional. La misión de Máyolo fue configurar un estilo de vida que esté radicado íntimamente en el Señor, que es el único Maestro.
En un momento en el que los Papas no duraban más de un año o dos, Cluny será quien sostenga la Sede Apostólica. Recordemos que la crisis del papado llegará hasta extremos impensables. Pensemos cómo en el 963 Otón I depuso al papa Gregorio XI en un sínodo en San Pedro e impuso a León VIII como antipapa. En este contexto de crisis del papado, la abadía de Cluny, de la mano de Máyolo, se siente obligada a cumplir los deberes que derivaban de su nexo de dependencia de la Santa Sede y se empleará con dedicación a defenderla y sostenerla, ganándose así el título de «Segunda Roma».
Odilón (994-1049): Durante el abadiato de Odilón, Cluny ya no será la pequeña comunidad de los orígenes, será la gran abadía que conocemos todos. Una de las primeras cosas que hace Odilón es reformar el costumario monástico: «Que los enfermos comulguen el Cuerpo y la sangre de Cristo (lo cual estaba reservado solo para sacerdotes); exigía que las formas del Tabernáculo se renovaran cada domingo; también dirá que el pueblo participe de la liturgia monástica, y en las vigilias». En esta época empieza la expansión de Cluny por España.
Odilón es famoso sobre todo por su Misericordia. Decía el Abad Odilón que «prefería ser juzgado misericordiosamente por su misericordia, antes que severamente por su severidad.»
Odilón es el que introducirá la memoria de los difuntos como expresión de misericordia, además de tener siempre la devoción de recitar los salmos como oración personal, como expresión de oración eclesial.
Hugo (1049-1109): Es el gran Abad de Cluny, ya que es el periodo que todos conocemos como “monacato cluniacense”. Es el momento máximo de esplendor, empezará la construcción de la basílica de Cluny III.
Es además consejero de Papas, Emperadores, Reyes y todas las personalidades importantes en su momento. Será el padrino del Emperador Enrique IV y amigo íntimo de Gregorio VII, al cual recibió en Cluny como monje, el monje Hildebrando. Será el mediador entre estos dos cuando vivieron un tiempo de enfrentamiento. Hugo es el que desembarca en España con todo el esplendor cluniacense: será quién tendrá problema con el Prior de San Isidro de Dueñas por culpa de la liturgia hispánica (atención, con el prior cluniacense de Dueñas, no con el Trapense).
Pedro el Venerable: Es una de las figuras más importante de Cluny, pero también coincide con el inicio de su decadencia total. No hay modo para financiar Cluny. Además del problema económico, uno de los problemas de Cluny es que la liturgia va más allá de cuanto prescribe la Regla, hasta el punto de que el mismo Pedro el Venerable se queja diciendo que entre verso y verso de un salmo le daba tiempo a rezar dos o tres Padrenuestros. Cluny no logra dar respuestas a su tiempo. Durante el abadiato de Pedro el mundo ha cambiado. En este momento Cluny permanecerá anclado en la tradición y por eso fracasará.
Surgirá un nuevo monacato que tomará el relevo de Cluny. Será el llamado «Nuevo monasterio», el primer Monasterio del Cister, que con su propuesta de radicalidad llevará adelante la tradición monástica por los nuevos derroteros que implicará el trabajo manual, la pobreza, la renuncia de los bienes.En este momento surge un enfrentamiento entre los monjes del Cister y los monjes de Cluny. Los monjes del Cister echaban en cara a los de Cluny su falta de rigor, de coherencia con la Regla, de observancia. El Abad Pedro el Venerable sale en defensa de sus monjes, diciendo: « ¿Vosotros pretendéis ser los que verdaderamente observan la Regla? ¿Cómo podéis presumir de respetarla vosotros (los del Císter) que no os ocupáis de cumplir el breve capítulo que dice claramente y en pocas palabras que el monje no debe solamente declarar con la boca que es más bajo y vil de todos sino sentirlo en el corazón?» Es decir, Pedro responde a las acusaciones pidiendo humildad… Continua: « ¿Es ésta observancia la que oponéis a nuestra supuesta relajación? Solamente existe una observancia de la Regla y es el Amor».
«Hemos hecho voto de observar la Regla, lo cual quiere decir que del voto no hemos excluido la caridad.
Si excluimos la caridad, no podemos decir que hemos hecho el voto de observancia». Si se excluye la caridad,
se excluye la observancia. Esta es su máxima enseñanza.
También Pedro el Venerable hace una defensa radical
de los marginados. No olvidemos su misericordia, acogida y tolerancia en los casos: Papa Inocencio II Y Pedro Abelardo. El afecto lleva a la reconciliación.
Fuentes:
Nova et vetera Núm. 80
P. Eduardo López Tello. OSB
Más información en la web:
Memoria de los santos Abades cluniacenses
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