Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
Una hermana guía la visita
Fin de semana y festivos de 11:00h a 13:00h y de 16:15h a 17:45hEntre semana acompañamos grupos
con cita previa llamando al 947189001
El Tesoro Escondido en la Escritura- Autora: Pilar Avellaneda Ruíz, ccsb
El Dios que habla- Lectio divina y Esponsalidad
La novedad de la relación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con el hombre. Es el Dios que habla, aseguran los padres sinodales. Esta certeza estaba en el corazón de los primero cistercienses. Buscaron la soledad y plantaron su tienda en el desierto para abrir espacio a la escucha de la palabra de Dios. De ello recogieron frutos abundantes de escritos espirituales que han sido luz para muchos.
La praxis de la Lectio divina alimenta en los monjes una profunda relación con Dios, que en su madurez desarrolla una dimensión esponsal. El trato con la escritura es tan asiduo que llegan a poseerla en el sentido auténtico de la palabra. Esta palabra salvadora llega a formar parte de su ser. A fuerza de leerla, meditarla y pensar con ella, se desprenden sin mayor esfuerzo en la servidumbre de la letra para llegar, sin traicionarla, a la expresión de sus propios pensamientos. Los monjes querían dedicarse a lo esencial: trabajar con tesón por lo que vale y permanece siempre, encontrar la misma vida. Su objetivo era encontrarse con Dios (quaerere Deum). Pero no se trata de una expedición por un desierto sin camino: Dios mismo había puesto señales de pista, incluso había allanado el camino. Se trataba de encontrarlo y seguirlo. El camino era su palabra, la Sagrada Escritura estaba abierta a los hombres. Descubrieron en la palabra divina que el Dios que nos habla nos enseña cómo podemos hablar con Él, como presentarle la vida en coloquio ante Él, y transformar así la vida en movimiento hacia Él. El deseo de Dios incluye, el amor por la palabra escrita y el deseo de penetrar en el secreto de la lengua. Por eso los Padres cistercienses buscaron ahondar en ella, ya que en la palabra bíblica Dios está en camino hacia nosotros y nosotros hacia Él.
La Lectio divina es un medio que nos conduce a conocer el corazón de Dios en la escritura. Es también expresión inextinguible deseo del hombre de entrar en el secreto de Dios, y entraña una dimensión esponsal de comunión y comunicación.
La palabra de Dios tiene setenta caras, es decir infinitudes de significados y sentidos a descubrir mediante la escucha, la guarda y la práctica derásica. Esta práctica y esta rica tradición judía se conservaron y actualizo en el cristianismo primitivo, el monacato la custodio como un tesoro, y la transmitió con fidelidad creadora a lo largo de los siglos.
El Derás judío
Viene del judaísmo antiguo, el derás es el uso actualizante de la Sagrada escritura, palabra viva de Dios a su pueblo, una palabra que tenía que decir en las nuevas situaciones que el pueblo atravesaba, considerándola como tradición viva, iluminadora de la realidad presente y futura. Derás procede del verbo hebreo darás que significa, buscar, consultar informarse, exponer, escrutar, indagar, como dice el libro de Esdras estudiar la ley del Señor y practicarla (Esd 7,10) en sentido religioso tiene la acepción de buscar a Dios (Am 5,5; 2Cro 1,5; Sal 34,5; 105,4). A Dios se le busca sobre todo en la escrituras. Por eso designa también el estudio de la Torá como conjunto de la revelación divina concebida como norma de vida (Sal 19,45.94.155; 1 Cro 28,8).
Los principios fundamentales de la práctica derásica, sobre los que se apoya el derás del Nuevo Testamento y acercamiento cristiano a la escritura son tres:
La palabra es foco que ilumina y da sentido a todos los hechos, esto a su vez concretizan la palabra y hacen conseguir en ella una serie de matices que antes estaban ocultos, a su vez la palabra enriquecida ilumina mejor el presente, y el presente mejor iluminado ayuda a profundizar la palabra, para los padres cistercienses palabra y vida estaban inseparablemente unidas. Dios es la gran esperanza que tiene rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo.
Tras está andadura hacemos nuestra la exhortación de Orígenes en la carta a Gregorio, y que fue recogida por la verbum Domini: “dedícate a la Lectio de las divinas escrituras: aplícate a esto con perseverancia. Esfuérzate en la Lectio con la intención de crear y agradar a Dios.
Si durante la Lectio te encuentras antes una puerta cerrada, llama y te abrirá el guardián, del que Jesús ha dicho el guardián le abrirá. Aplicándote así a la Lectio divina, busca con lealtad y confianza inquebrantable en Dios el sentido de las divinas escrituras, que se encierra en ellas con abundancia.
Pero no has de contentarte con llamar y buscar. Para comprender la cosa de Dios te es absolutamente necesaria la oratio.
Precisamente para exhortarlo a ella, el salvador no solamente nos ha dicho: buscad y hallareis, llamad y se os abrirá, sino que ha añadido: pedid y recibiréis.
La praxis de la Lectio divina construye la comunión, y por tanto la comunidad ya que la palabra construye a la Iglesia. Es responsabilidad de todos ir avanzando en esta construcción, y dar pasos cierto en la escucha y acogida a la palabra de Dios. Es más, la palabra no solo crea comunión sino que es fuente de alegría. Una alegría profunda que brota del corazón, que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiesta, pero no la alegría. No superficial y efímera, sino aquella que brota del ser consciente de que solo el señor Jesús tiene palabras de vida eterna.
La Lectio divina forma parte de nuestra vida.
Conocerla ha sido para mí algo importante también en la vida de fe, porque me hace reconocer a Jesús más personalmente. Todos los días, la palabra me da luz y fortaleza para el camino. A mí, escuchar la palabra de Dios, me emociona como jamás hubiera creído.
Verdaderamente, puedo decir que hacer la Lectio divina, que contiene la palabra de Dios, me tranquiliza, me emociona y me llega muy dentro de mi corazón. Cuando me concentro un tiempo para estar a solas con la palabra de Dios, me siento bien acompañada y mucho más me consuela en los momentos de dificultad y va sanando las heridas que puedo tener en la vida. Siempre pido al Señor que me abra los ojos y me dé la gracia de tener un oído de escucha para que le pueda encontrar y poder entender lo que me quiera decir en su palabra.
Cuando se proclama la palabra, la palabra de Dios, que es la fuerza de Dios para la salvación (Rm 1,16) irrumpe el viento huracanado en la comunidad, como sucedió en la casa de Cornelio, en Cesárea, cuando Pedro predicaba y antes de que terminara su discurso, cayó intempestivamente el Espíritu sobre los que escuchaban la palabra. Hna. Leonardi
« EL EREMITORIO-por la hermana Ana María LA ORACIÓN DEL SILENCIO- por la hermana Ana Luisa »
Monasterio Cisterciense
Santa María la Real