Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-
Vida Cisterciense
Una hermana guía la visita
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UN COMUNIDAD QUE ADORA Y CAMINA
La solemnidad del Corazón de Jesús, para nuestra comunidad, siempre ha tenido “gran calado”, mucha importancia se le ha dado y es una tradición que no se debe perder.
Cuentan las crónicas del monasterio:
“Novena de sacrificios al Sagrado Corazón”
No había agua en la huerta y se necesitaba urgentemente. “Se buscó un zahorí que, con sus magias, realizaría las aspiraciones de las monjas de Villamayor, pero…no llegó al logro de sus buenas intenciones”. Sólo, el único refugio que nos resta: forzar con nuestras súplicas, la voluntad del Señor”
LOS ANTERIORES HECHOS:
La Madre Abadesa solo se ha empleado, durante muchos días, en pedir luces al cielo; acabando por decidir hoy, primer viernes del mes de marzo, empiece toda la comunidad, una solemne novena de sacrificios y oraciones al Corazón de Jesús. El día 14 de marzo se terminó la novena y la Madre Abadesa nunca había compartido el desaliento que cundía entre las monjas que amenazaba extenderse entre todas.
Durante nueve piadosas jornadas habíamos ofrecido a Jesús: comuniones, misas, trabajos, penitencias y oraciones, con espíritu de fe sencilla. Sin duda complació al Padre celestial y al Corazón misericordioso de su Hijo, nuestra actitud confiada y suplicante, de implorar auxilio antes de lanzarnos a una arriesgada empresa de abrir el pozo de la manera que fuera, para de nuestras parte, no ahorrar esfuerzo; desesperanzadas ya de encontrar antes de la primavera, quien nos marcase el lugar donde hallar las aguas.
FINAL DE NOVENA, PROCESIÓN Y SÚPLICA
El último día de la novena y como acto final de la misma, en procesión todas las religiosas, presididas por la imagen, salimos del coro entonando las letanías del Corazón de Jesús. En el lugar mismo de la huerta en que terminó el rezo, todas las monjas pararon, como obedientes a un impulso mismo, rodearon a la Rvda. Madre.
La Madre con sencilla piedad, que arrancó lágrimas, recitó esta oración:
“Sagrado Corazón de Jesús, no merecemos en modo alguno la gracia que te pedimos, pero eres Padre compasivo y bueno, por eso, poniendo toda nuestra confianza en tu paternal corazón, te pedimos remedies nuestra necesidad actual iluminándonos la parte en que se encuentra la corriente. No permitas que hagamos un trabajo tan ímprobo sin feliz resultado”, reavivemos todas nuestra fe en estos momentos y con toda confianza digamos tres veces:
«Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío».
Terminada la oración, la Rvda Madre besó una estampa del Corazón de Jesús que abandonó después por los aires. Alrededor del pequeño espacio que la estampa cubriera en el suelo, tomado como centro, fue limitado el círculo que había de ocupar el pozo que dibujó la azada, abriendo un surco cada hermana, por orden jerárquico de cada una de las que integraban la comunidad.
Tal fue la manera como encauzamos hacia Dios el acto mismo de echar en suerte el sitio donde abrir el pozo. Con esto se dio cima a la novena, que a modo de rogativa, empezamos el primer viernes de mes…
A los dos días, cavando una tarde, igualamos todo el círculo del pozo. Y empezó la tarea de buscar obreros. Nos parecía que estaban así zanjadas todas las dificultades y creíamos contar con 4 al menos. Mas el día 8 de abril solo un obrero acudió.
Pero, urgía el empezar…y nos dispusimos a hacer la obra con nuestras propias manos, a pesar de estar ya poco ágiles y sin fuerzas.
Tres capas de roca dura tuvieron que ser perforadas a pico. Y entre ellas venas de arena y grava…estratos con reflejos cristalinos de los más fantásticos colores…
Veintidós días de cavar el hoyo, descontadas las fiestas y algún otro descanso, por el mal tiempo impuesto…. Hasta que el 4 de mayo, antes del mediodía, a los nueve metros de profundidad, se vio manar el primer hilo de agua, formando sobre el agua limpio arroyuelo, al levantar una piedra adherida entre arcilla, de cuarenta centímetros de contorno y un kilo más quinientos gramos de peso, duro canto rodado de color gris rojizo oscuro, con venas negras y amarillentas; y con la forma exacta de un corazón.
Corríamos alborozadas las del pozo…y cuando, ya repuestas de su asombro y emoción- que por todo el monasterio hicieron cundir- todas volvieron a la huerta, todas hubimos de ir bajando por turno, a lo más hondo. Y se pudo ver entonces que el agua no manaba ya solo del punto donde saltó primero, sino que invadía el círculo profundo, brotando de todas sus paredes.
La Rvda Madre mandó suspender los trabajos, hasta poder aconsejarse de algún entendido, pues a juzgar por la cantidad de agua, que en muy poco tiempo crecía, en presencia estábam
os de algo que no habíamos oído referir de ninguno de los pozos abiertos en estos contornos. Todos cuantos después han visto la obra, así lo han confirmado: no hay otro pozo en el pueblo de estas características.
Monasterio Cisterciense
Santa María la Real