Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

Cruz

Testimonio de madre Ana publicado en 2013

En la revista quincenal diocesana

FOTOLA PUERTA DE NUESTRO MONASTERIO, UNA PUERTA ABIERTA A LA FE

LA PUERTA DE NUESTRO MONASTERIO, UNA PUERTA ABIERTA A LA FE

En este año de la Fe todos queremos aportar nuestro 'granito de arena', para su profundización y "AUMENTO".
Madre Ana colaboró recientemente en la hoja SEMBRAR, bien conocida entre los feligreses burgaleses. Reproducimos a continuación el artículo publicado:test-m

 

Madre Ana Maestre, la que fuera abadesa del monasterio cisterciense de Villamayor de los Montes hasta Julio de 2020. Nació en Valladolid en 1951, donde vivió hasta los 18 años. Fue formada con las Hijas de la Caridad. Tanta fue su influencia que quiso imitarlas y se fue al Seminario de San Sebastián donde hizo el Noviciado. También estudió Enfermería en Valdecilla. Ingresó en el Monasterio el 13 de mayo de 1978, Tomó el hábito el 4 de noviembre del mismo año. El 22 de febrero de 1988 fue elegida como abadesa de la comunidad. Celebra sus 25 años en este Año de la fe.

  ¿Tuvo claro desde el principio un sí rotundo a esta llamada, o sobrevinieron dudas y lucha interior?  Durante esa época iba descu­briendo que mi vocación no era la vida activa, el Señor me fue mar­cando un nuevo camino... Dejar de pertenecer a las Hijas de la Caridad supuso un periodo de oscuridad en mi fe... a la vez que me abrió un camino de búsqueda y de esperanza.

  En su entorno, ¿entendieron esta decisión y la animaron a seguir la llamada de Dios? Tenía un buen trabajo como enfermera en la Residencia Gene­ral Yagüe, y una buena comunidad cristiana, la Renovación Carismática de Burgos. Mi casa estaba a dis­posición de todos los miembros del grupo, allí, la oración de ala­banza, el contacto con la Palabra, la fraternidad que reinaba... fue­ron como el «caldo de cultivo» para ver ya confirmada la llamada a la vida contemplativa en el carisma cisterciense. Hubo quienes me animaron, pero también tuve que sufrir alguna oposi­ción, debido a que me veían feliz en el mundo.

  El sí a la llamada del Señor ¿supone renunciar a muchas cosas del mundo?La renuncia no es un fin en sí misma. Si renuncio es porque va a haber una sustitución por algo mejor. El entrar en el monasterio, me supuso ser Ubre ante algo más grande, ante Alguien que me supe­ra: Cristo. Es cierto que hay des­prendimientos que duelen, pero la confianza en Cristo y en el carisma cisterciense me han ido ayudando a afrontarlos y resolverlos: la lucha siempre ha tenido como resultado la paz.

  ¿Cuál es la misión suya y de las hermanas que comparten su vida en el Monasterio? Nuestro género de vida está ordenado a la contemplación, seguimos a Cristo bajo la Regla de san Benito, en una comunidad que es escuela de caridad fraterna, en soledad y silencio, en oración litúrgica y personal, en trabajo gozoso y vida fraterna. Con una formación sólida en los inicios y una formación permanente. Todas llevamos en el corazón la solicitud apostólica de extender el Reino de Dios. En resumen: ¡bombear vida en la Iglesia y en el mundo!

  Algunas personas que no entienden la vida monástica consideran que ustedes huyen del mundo y viven al margen de sus problemas. ¿Es cierto? La sociedad consumista solo cree en lo efectivo, en lo material, sin tener en cuenta la dimensión espiritual de la persona. El gran deseo de la monja está en llenarnos de Dios y dar testimonio de la ale­gría de vivir para Dios, ser trans­parencia de Dios. Quienes pasan por la hospedería se llevan el buen olor de Cristo, aprenden a saborear el silencio, les hace mucho bien... perciben nuestra cercanía, todo lo contrario a la huida.

  Desde su experiencia, ¿cómo podemos buscar a Dios y encontrarlo? «Vuestra fe crecerá si se comparte»
Cada persona desde su estado de vida. Nosotras en el monasterio, con la oración, el contacto con la Palabra, la fraternidad, la liturgia, son todo medios maravillosos para encontrar a Dios. En el mundo, cultivando el don de la fe, con una buena formación cristiana, y cele­brar la fe en común, con otras per­sonas que la viven... Vuestra fe crecerá si se comparte... No sabéis lo que os perdéis si alejáis a Dios de vuestras vidas... Lo encon­traréis en vuestra familia, en los acontecimientos, en las celebracio­nes de la parroquia... en todo... Solo se necesita una respuesta por vuestra parte. Dios es generoso.

  ¿Cómo se ven las cosas del mundo desde el interior de un convento?
Desde luego no somos ajenas a este mundo, vivimos en él, aunque no pertenezcamos a él, los com­portamientos, a veces, son tan contrarios... Por una parte, si las cosas no van bien, nos estimula a intensificar nuestra oración diaria y a ser más auténticas, somos conscientes de que «si mejora el hom­bre, mejora el mundo» así que, nos lleva a una actitud de conversión personal. Y también a la acción de gracias por tanta bondad que hay en él...

  ¿Cuál es su mensaje a quienes estamos fuera?
Hoy el mundo necesita santos con ambiciones universales que ayuden a crecer a la Iglesia. Para ello, vivid la vida cristiana en interioridad, tenéis a Dios en el fondo de vuestro corazón, buscad momentos de silencio, de encuen­tro con Él.

 Alimentad vuestra fe con la eucaristía y la Palabra, así tendréis un corazón abierto, y podréis amar sin condiciones y sin fronteras. Favoreced lo bueno, rechazad lo malo, sed constructores de paz en vuestro entorno...
Os invitamos a conocer el monasterio, a rezar con nosotras la bella liturgia diaria, a estar unos días en la hospedería... y contad con nuestra oración, para eso sois de la diócesis.

 

 

 



« TIEMPO DE GRACIA: verano 2014

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