Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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hermana Ana Luisa- compartiendo en comunidad

Aprendiendo de la Virgen María

¡Está comprobado! Todas podemos compartiros algo de lo que nos ha interpelado en nuestra lectura. Meditando sobre temas muy variados, que leemos desde nuestro común afán por encontrar a Dios, lo que mostramos a continuación fue la aportación de Ana Luisa.

No se atrevía a transcribirlo para nuestro 'sitio', pero ya veréis qué bello lo que nos compartió y que finalmente accedió a dar a leer a los que os acercais a esta página.....

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EL SILENCIO: Que es una mirada atenta a nosotros mismos, un abrazo a lo que somos, un encuentro con muestras dignidad, una capacidad de oír a los que no tienen voz. El silencio nos ayuda a entrar más adentro, más allá de los ruidos de la desesperanza, busca la raíz; afina nuestra mirada para mirar al que no mira y para ver todo a la luz de su mirada. El silencio es como tomar el pulso al misterio de la vida que compartimos con todos. Es dejar que el espíritu, en lo más hondo de nosotros, haga su obra de esperanza.

EL SILENCIO DE MARIA
MARIA ANTE EL SILENCIO DE DIOS

Este vivir día tras día del Señor- lo que desconcierta a los caminantes de la fe- es el silencio de Dios. Dios es aquel que siempre calla, desde el principio del mundo.
San juan de la Cruz expresa admirablemente el silencio de Dios con aquellos versos inmortales:
¿Adónde te escondites amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste, habiéndome herido.
Salí tras ti, clamando, y eras ido.

 El señor se envuelve en el manto del silencio y queda escondido. Parece un rostro perpetuamente fugitivo e inalcanzable, como que aparece y desaparece, como que se aproxima o se aleja, como que se concreta o se desvanece.
Después de haber pasado toda la noche en vigilia ante el santísimo sacramento, además de haber sido tú el que
solamente hablaste durante la noche y el interlocutor calló, cuando a la mañana salgas cansados y soñoliento, no escucharás una palabra amable de gratitud o de cortesía. La noche entera el otro callo, y a la despedida también calla.

Si sales al jardín verás que las flores hablan, los pájaros hablan, hablan las estrellas. Solamente Dios calla. Dicen que las criaturas hablan de Dios, pero Dios mismo calla. Todo en el universo es una inmensa y profunda evocación en el silencio.

De pronto todo el universo habla pero para preguntar ¿por qué hay tanto sufrimiento, tantos niños sin padres que los cuiden? ¿Cómo es posible todo esto? ¿Dónde está Dios? ¿Qué hace Dios? ¿No es el Todopoderoso? ¿Por qué calla?

El creyente es invadido por el silencio envolvente y desconsolante de Dios y, poco a poco, es dominado por una vaga impresión de inseguridad, en el sentido de si todo esto será verdad, sino será producto mental, o si, al contrario será la realidad más sólida del universo. Y te quedas navegando sobre aguas movedizas, desconcertado por el silencio de Dios. Y se nos refleja el Salmo 29:

"Escondites tu rostro y quede desconsolado".

Veamos el comportamiento de María ante el silencio de Dios.
Es preciso colocarnos en estado contemplativo para asomarnos al interior de María, auscultar sus pulsaciones espirituales y admirar su belleza interior.
Pobre y digna, ahí va dificultosamente avanzando la joven. Hoy hace un día fríio y lluvioso, la caminata va a resultar prácticamente molesta. Pero María es una sierva, no tiene derecho a reclamar. Dentro de su espiritualidad de sierva del señor, ella responde a las inclemencias: está bien, padre mío, hágase. Y la madre, queda de paz, a pesar de la lluvia y el frío.

La psicología de la joven que por primera vez va a ser madre es muy singular: vive entre la emoción y el temor. El silencio de Dios, como un cielo lleno de interrogantes, se abatió sobre María: ¿cuándo comenzarán las molestias del parto? En aquellos tiempos, todo parto era un eventual peligro de muerte. En nuestro caso ¿habría serias complicaciones o todo resultaría normal y bien? Nadie lo sabe ¿llegaremos a Belén antes del acontecimiento? Y si el parto se produce en el camino, antes de llegar a Belén, ¿qué hacemos? ¿Habrá una mujer experimentada en esas tareas que me pueda ayudar en ese momento?

Nadie sabe nada. Dios sigue en silencio. Frente a estas y otras interrogantes la madre no queda irritada o ansiosa. Llena de paz, responde una y otra vez: hágase, de acuerdo, padre mío, yo me abandono en ti. Nunca se ha visto en esta tierra a una mujer tan llena de paz, fortaleza, dulzura y elegancia.

 GRATUIDAD Y SILENCIO

Todo lo definitivo nace y se consume en el silencio: la vida y la muerte, el más allá, la gracia, el pecado. Lo palpitante siempre está latente.
Silencio es el nuevo nombre de Dios. Él penetra todo, crea, conserva y sostiene todo, y nadie se da cuenta. Si no tuviéramos su palabra y las evidencias de su amor, experimentadas todos los días, diríamos que Dios es enigma. Pero no es exactamente eso. Dios “es” silencio, desde siempre y para siempre. Opera silenciosamente en las profundidades de las almas.

En los designios inexplicables de su iniciativa, libre y liberadora, nace las operaciones de la gracia. ¿Por qué da a unos y no a otros? ¿Por qué ahora sí y no antes? ¿Por qué en este grado y no en otro? Todo queda en silencio. La gratuidad, por definición, no tiene razones ni explicaciones. Es silencio.
 Nadie le puede preguntar por sus decisiones. Ningún ser humano puede levantarse antes él reclamando, exigiendo o cuestionando. Todo es gracia. Por eso sus caminos son desconcertantes y a menudo nos hunde en la confusión.
A veces la impresión de que el padre nos abandona. Pero, a la vuelta de la esquina, nos en vuelve con una repentina visitación embriagadora. Aunque sus caminos normales son los mecanismos ordinarios de la gracia, de pronto el padre nos sorprende con gratuidades inesperadas. Dios es así. Es preciso aceptarlo tal y como es.

No hay lógica “humana”, es en su obrar. Sus pensamientos y criterios son diferentes a los nuestros. Lo difícil es tener paciencia con este nuestro Dios. Lo más difícil, es nuestra ascensión hacia él, es aceptar con paz esa gratuidad esencial del señor, sufrir con paciencia sus demoras, aceptar en silencio las realidades promovidas o permitidas por él. Dios es así, gratuidad. 

CONCLUSIÓN
Bueno,  ya sabemos lo que hizo nuestra madre para mantenerse firme a ese sí. En su vida no todo fue silencio ya que llevaba la Palabra de Dios hecha carne en su vientre. Como no los dice en el evangelio.

 



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