Monasterio Cisterciense Santa María la Real de Villamayor de los Montes -Burgos, España-

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hermana Leonardi- compartiendo en comunidad

sobre el SILENCIO y la PALABRA

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Esta fue la exposición de Leonardi. Ya va haciendo sus pinitos, y superando la vergüenza de tener que preparar algo para la comunidad, ¡Bien por ella!

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Eres tan pequeño Jesús que nos dejas ser. Si yo te pudiera expresar…. Quiero salir hablar de Ti pero no quiero hablar yo, quiero que sea Tu quien hable en  mí. No me quiero disfrazar. Pon Tú en mi boca lo que necesitan oír mis hermanas

La palabra como testimonio

Testimonio es una palabra muy frecuentada en nuestros días. La crisis que padece la palabra como vehículo de creencias ha encontrado aparentemente un freno en el testimonio como portador a pie de experiencias.
Los maestros del pensamiento- palabra comprometida con la vida que está dispuesto a comprometer su vida cada vez que dice su palabra- han perdido oyentes y lectores. Los testigos de la experiencia en cambio la han ganado. Un aura de espiritualidad les precede y una cautivadora sencillez en el decir les acompaña.
Todo el mundo puede entenderles y adorarles sin esfuerzo. En medio de tantas palabras vacías o sabidas las suyas suenan a plenitud y a novedad. De ahí a creer que sus palabras y el aroma que dejan tras de sí vienen de Dios, porque necesitamos su fragancia entre nosotros. Hay un paso, y ese paso da con la mayor naturalidad ¿leemos en el evangelio que, si no nos hacemos como niños, no entraremos en el reino de los cielos (Mt 18)? Pues, hasta un niño puede entender no entendiendo el testimonio de una monja de clausura desde el misterio de velos y sus rejas. Hasta un niño puede contemplar la felicidad completa – o casi- irradiando su rostro tan humano- en realidad- como el de cualquiera de eso que apenas vemos pasar por la calle, porque en ellos ya no nos esperan tantas alegrías… Cristo no estaría radiante como esposo en cualquier rincón alegre de un convento provinciano, si no hubiera estado primero como obrero sin belleza en medio de ese gran taller que es el mundo, como uno más. O como uno menos. Si no hubiera bajado a los infiernos, y nosotros con él ¿tendrían derecho de existir los paraísos en la tierra? Si no siguiera en el mundo por hacer.

Cuando hay personas que nos hablan de su experiencia particular, lo que podemos hacer es escucharla. Ante un testimonio de vida: ¿Qué otra cosa podemos hacer si no guardar silencio con el mayor respeto? Sin embargo nos inquieta ese testimonio, porque no sabemos si lleva a algo o no lleva a nada. Es más fácil admirar la virtud en el silencio, que imitarla en medio del ruido y del trajín. Es tan irresponsable callar cuando hay que hablar, como hablar cuando hay que callar.

Cuando el verbo se comparte dialogalmente, se despliega entre los interlocutores un género de experiencia diverso de aquel al que solo tenemos acceso por el testimonio de alguien si callamos nosotros, si renunciamos a seguir hablando de nuestras experiencias particulares, para que alguien nos hable de las suyas.
Compartir la palabra es la tarea a la que nos puede invitar la palabra del otro, sea la que fuere su experiencia particular o la nuestra propia. No buscamos una palabra para el silencio, buscamos más bien un una silencio para la palabra, esto es un silencio en el que la palabra sea ella misma experiencia que se constituya y se comunica.
Para que la palabra pueda servir de testigo y portador de una experiencia particular, tiene que ser dicha con todo el ser; decir algo– lo que sea- con todo el ser, no significa primariamente decirlo de corazón, con sinceridad o convencimiento.

La palabra como testimonio es juego de desvelamiento: en ella se desvela e ilumina todo y solo el ser devenido, el que se ha hecho propio. Se es testigo no de algo que a uno le ha pasado, por más extraordinario que haya sido el hecho, sino de algo por lo que hemos pasado hermanas, cada una pasamos por muchas cosa a lo largo de la vida, agradables unas y desagradables otras .No todas se nos agrupan en hilera al modo de un viacrucis para que pasemos por ellas. El caminar del tiempo el viacrucis, se nos hará vía lucís como hizo Jesucristo, al pasar por el viacrucis al final pudo ver la luz y el rostro de Dios. Si los acontecimientos son los que nos esperan, o somos nosotros los que esperamos a ellos, nunca lo sabremos. Nunca sabremos del todo por qué hemos tenido que pasar por aquí y no por allí. Muchas veces decimos que es casualidad, cada vez que echamos la vista atrás es tal vez, decir demasiado. Es creer lo que nosotros mismos ni los que nos escuchan necesitan creer, lo único que de verdad necesitamos creer y decir, con todo el ser, es que vernos en el trance de que nos pasen cosas desconcertantes cada día, no sume nuestra vida en la incertidumbre. Creer que podemos correr el riesgo de caer en el vacío, con la esperanza de vernos esperados en todo instante por alguien ante el que poder creer y decir una palabra con todo el ser, desde el que poder volver a afirmarla cada día, como quien la percibe cabalmente sostenida: he aquí lo único que necesitamos, es creer con todo el ser .Las claves son  llaves para abrir caminos y no para cerrarlos.

La palabra como testimonio hermanas, nos damos cuenta que esta relatada en la Biblia. Jesucristo llevaba la palabra a los que la necesitaban.
Jesús enseñaba en las sinagogas en los pueblos, la palabra como testimonio consiste en dar que no tiene o no sabe.

Lo anterior nos explica porque antes el testigo, en realidad, es un maestro encubierto; lo más oportuno es siempre el silencio. Su testimonio es una palabra para el silencio. Una palabra para el silencio es aquella a la que ninguna otra puede seguir como pregunta ha quedado en el aire, lo que hay no es silencio: parece silencio, pero no lo es en realidad, lo que de veras hay es vacío. No debemos confundir el silencio con el vacío. El silencio no es ausencia de sonidos de articulares o inarticulados, como tantas veces se piensa cuando se piensa en el silencio, eso es vacío, un vacío necesario, sin duda cuando tanto se teme, y sin embargo tanto se busca. En el vacío no hay nada, ni siquiera pensamiento. Por eso del vacío cabe preguntar si es humano, esto es lo que realmente buscamos…cuando huimos del ruido o de la palabrería. Seguramente el vacío es cósmico pero no propiamente humano. Seguramente lo propiamente humano es el silencio. Seguramente lo que, en el fondo, andamos buscando cuando huimos del ruido de la palabra vacía es, no ya algo puramente negativo, sino todo lo contrario: la plena expresividad del silencio.

Por eso hermanas lo que de verdad necesitamos es que se no dé el silencio para poder llenarlo con nuestras propias palabras.

 



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